FIESTA DE
AMANCAES
POR: JOSE A. GAMARRA A.
UNMSM -
2017
En el actual distrito del Rímac se
encuentra la pampa de Amancaes. Este lugar es una llanura elevada rodeada de
cerros desde dónde antiguamente podía verse todo el valle de Lima, en días
despejados era posible divisar el mar.
Amancaes recibe su
nombre de una flor amarilla que existió en este lugar, el amancae (Hymenocallis
amancaaes) que aparecía en estas pampas durante los meses de junio y agosto.
La
historias en torno a los orígenes de la fiesta de Amancaes, celebración que
tenía lugar todos los 24 de junio en honor de San Juan Bautista. Esta
festividad popular, perdida a mediados de 1900, congregaba en épocas de la
colonia a cientos de personas que iban a las pampas del Rímac, cubiertas en esa
fecha de la flor amarilla convertida desde entonces en emblema de la ciudad de
Lima.
Manuel
Vegas Castillo, en una edición antológica, publicada por la Municipalidad de
Lima en 1959, donde menciona una leyenda basada en la historia de una doméstica
de nombre Rosario Ramos. Era el 2 de febrero de 1582, cuando a la joven se le
presenta Jesucristo en un pasaje de su crucifixión. Ella atravesaba la pampa
llevando unos porongos de leche que su patrona, doña Candelaria Ripacap,
enviaba todos los días al prior de los dominicos.
Cuenta
la tradición que Cristo le ordenó manifestar a su ama que levantara un templo
sobre el mismo lugar donde la imagen del Redentor apareciese grabada en una
piedra.
Al
día siguiente, la muchacha en compañía de doña Candelaria va en busca del
prior, que celebraba una misa en honor a la Virgen de la Candelaria. Enterado
de la noticia, el sacerdote organiza una procesión numerosa y sube a la pampa
encontrando la piedra tallada.
Convencida
del milagro, la señora Ricapac invierte sus bienes y construye una capilla,
inaugurada el 24 de junio de 1582, fecha en que conmemoraba el cumpleaños de su
hijo Juan, que posteriormente ingresa a la orden religiosa de la Compañía de
Jesús.
A
la celebración, que se inicia con una misa, concurren el Virrey Martín
Enriquez, el arzobispo Santo Toribio y un concurrido número de fieles.
Inicialmente fue de carácter cristiano, pero con el devenir de los años
comienza a adquirir características más terrenales, como las partidas de caza
(en la zona había venados y perdices), bailes y excursiones donde no faltaban
las comidas al aire libre, regadas con abundante bebida.
Manuel Atanasio Fuentes, en “Aspectos
históricos de Lima” señala que a la pampa iban personas de diferente nivel
social, tanto la aristocracia limeña como el pueblo. En los inicios de esta
costumbre, la gente se desplazaba en calesas, luego en balancines tirados por
caballos y manejados por un negro, que cabalgaba sobre uno de ellos. Había
algunos caballeros que solían acompañar el cortejo montados en animales
formidables preparados para tal fin.
Por otro lado, en su libro emblemático, Lima,
publicado en 1867, Manuel A. Fuentes, reseña:
“El 24 de junio, día de San Juan, empiezan los paseos a las lomas
de Amancaes, situadas como a media legua de la plaza principal. El sitio es
hermoso y agradable; las colinas que rodean una extensa pampa se cubren de
verdura sobre la cual se elevan numerosas flores grandes y amarillas llamadas
amancaes, y una inmensidad de florecillas de varias clases y colores, y entre
ellas la conocida con el nombre de San Juan porque principian a salir en ese
día”.
Por su
parte, Ismael Portal (1863 – 1934), uno de los más notables cronistas en su
larga historia, escribió entre 1893 y 1900 más de cien artículos costumbristas
que son un verdadero tesoro para quien desee conocer la vida cotidiana en
nuestra capital en aquellos años. Obviamente escribió sobre Amancaes y a él nos
remitimos en este artículo:
“El día de San Juan Bautista, memora, fue para Lima uno de los más
alegres del año. Nadie se resignaba a perder el tradicional paseo a Amancaes;
las familias se asociaban para organizar el paseíto haciendo los gastos
proporcionalmente. Todos los coches públicos estaban tomados con anticipación,
y el día de la fiesta andaban los piquines ofreciendo cientos de pesos por un
carruaje con el objeto de llevar a su adorada a los Amancaes”.
Con
el devenir de los años, además de la llegada del transporte público, se
incorporaron otras costumbres, sin embargo, siempre se mantuvo el buen vestir,
sobre todo por parte de las mujeres que sacaban a relucir sus mejores galas.
Ese era el día propicio para enamorar e intercambiar la flor de Amancaes, que
todo visitante recogía para llevarse como un recuerdo del lugar.
La
fiesta, que formaba parte de las tradiciones limeñas, comenzaba con la misa en
la capilla San Juan Bautista, levantada en la pampa, y visita a la piedra
encadenada, que, según la tradición oral, fue dominada por Santa Rosa de Lima,
quien la confundió con un volcán que amenazaba la ciudad.
Luego
ya venían los paseos y el baile, donde la zamacueca era la reina. Se dice que
en un principio esta danza no era muy bien vista y se disfrutaba sólo en las
casas, lejos de las miradas de los curiosos. Sin embargo, sale a la luz en
Amancaes para encandilar con sus acordes. No faltaban los músicos del distrito
del Rímac, especialmente los de Malambo, que hacían alarde de su buen oído para
sacar melodías con el cajón, que ya gozaba entonces de fama. Manuel Atanasio
Fuentes hace referencia de su presencia y lo define como “el alma de la
orquesta”, capaz de hacer zapatear a cualquiera a pesar de las garúa
invernales que podían caer.
En
la pampa también se organizaban concursos y competencias de toda índole, peleas
de gallo, carreras y demostraciones de caballos, baile, música y comida, porque
este elemento era infaltable. Se armaban carpas y se ofrecían diversas viandas,
entre ellas la causa limeña, anticuchos, cebiche, escabeche, chonfolies,
butifarras y platillos hechos con los camarones del río Rímac. Todo esto
acompañado con pisco o chicha.
La pampa se cubría de gente, mientras los mayores disfrutaban de la
conversación, música y baile, los jovencitos subían a las alturas a buscar un
ramito de flores para adornar los sombreros o entregarlos al ser amado.
La
fiesta duraba hasta que la luz o el ánimo lo permitían, pues algunos podían
quedarse en el lugar incluso días. Pero celebración del 24 era el inicio de una
temporada que culminaba aproximadamente en el mes de setiembre, cuando la pampa
perdía las tonalidades dadas por la flor de Amancaes, apreciada desde tiempos
prehispánicos, como lo demuestran algunos ceramios de esa época.
Con
el tiempo, la tradición se fue extinguiendo. En 1927, en un intento por
revivirla, se hicieron concursos de caballos de paso, presentaciones de grupos
de danza y música criolla, así como andina. Fue durante el gobierno de Augusto
B. Leguía, siendo alcalde del distrito del Rímac don Juan Ríos Alvarado.
Los
muchachos de "La Palizada" solían asistir a la Fiesta de Amancaes a
finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. También eran asiduos Carlos Saco,
Pedro Bocanegra, Fernando Soria, Alejandro Ayarza "Karamanduca" y
muchos criollos de renombre. Se dice que Incluso Pedro Espinel, acompañado de
Félix Dongo, interpretó dos de sus más recientes éxitos y creaciones en dicha
fiesta, el vals "Dos reliquias" y la polca "Bom Bom
Coronado". Era el 24 de junio de 1938.
Hoy
la flor de Amancaes, pese a ser considerada símbolo de la ciudad, está en
peligro de extinción, de perderse como ocurrió con la popular fiesta, de la
cual nos quedan para el recuerdo el nombre de un asentamiento humano, algunas
fotografías, pinturas y canciones. Ahí están el “José Antonio” de Chabuca
Granda, el vals de Amador Rivera “Amancaes de ayer”, grabado por los Troveros
Criollos o la marinera “San Juan de los Amancaes”, escrita por la poeta
Catalina Recavarren con música de Rosa Mercedes Ayarza de Morales.
FUENTES
MUNICIPALIDAD DEL RIMAC- Gerencia de
Participación Ciudadana – Oficina de Imagen Institucional.
BARRENECHEA VINATEA, Ramón – “Crónicas
Sabrosas de la Vieja Lima” – Ediciones Peisa, 1969.
GALVEZ BARRENECHEA, José – “Una Lima que se
va” – Editorial Continental.
MUNICIPALIDAD METROPOLITANA DE LIMA, Festival
de Lima, Edición Antológica – Folklore, 1959.
VELASCO ASENJO, Lita, del cual es transcrito
el presente artículo, 2010.
LOPEZ MARTÍNEZ, Héctor, del cual nos basamos
las citas, 2022.