EL MITO DEL ORIGEN DE LOS QAQASH (SAN PEDRO DE CAJAS -
TARMA - JUNIN)
POR: JOSE
A. GAMARRA AMARO
El mito es
una narración real y fantasiosa de algún acontecimiento ocurrido en un pasado
nebuloso. Es una forma de relato de la historia ocurrida del que se pretende
guardar memoria a fuerza de repetirla de generación en generación. Por su
función altamente conservadora, el mito viene a ser una literatura de las
sociedades y culturas ágrafas; o sea, sin escritura, un arte de narrar
acontecimientos preconcebidos, con el propósito de que toda la comunidad
interiorice y haga suya el relato como una verdad heredada de los antepasados,
que contribuya a dar coherencia a la forma de vida que practicaban, la misma
que se deriva del mensaje expresado en el contenido del mito. Leyenda y mito
son dos conceptos que expresan hechos del pasado remoto, pero tienen sus propias
acepciones. Por leyenda se entiende a hechos y personajes históricos reales que
han ocurrido o vivido en el pasado no muy lejano de la vida de las sociedades;
se guarda memoria de ellos con cierta precisión, pero también con agregados más
o menos fantasiosos que dan sentido a la fuerza y al poder de realización de
prohombres fundadores o de acontecimientos heroicos que dieron origen a las
estructuras de las sociedades en referencia. El mito va más allá de la leyenda,
es el relato de un tiempo más remoto y nebuloso, donde los hechos y personajes
se confunden con lo real y sobrenatural. Actúan fuerzas poderosas suprahumanas,
divinidades dotadas de poderes, concebidas por los grupos humanos, que
interactúan con los seres vivos, en beneficio del orden social de ellos. Sin
embargo, no existe una línea divisoria precisa y clara de la diferencia entre
leyenda y mito, en muchos casos las leyendas se confunden con los mitos, como
también los mitos están entremezclados con los relatos legendarios, tanto como
los cuentos y las historias legendarias.
Historiadores y antropólogos han dado
cuenta de muchos relatos míticos de los universos donde han estudiado. Por
estos datos de las ciencias sociales modernas tenemos una idea clara de que
todas las sociedades han construido la parte más remota de su historia
apoyándose en los relatos orales de transmisión continua: leyendas, mitos,
historias verbales.
En este trabajo se presenta, se analiza e
interpreta el mito sobre el origen de los Qaqas, hoy; San Pedro de Cajas, protagonizada por tres dioses
o héroes míticos como es el cerro Yanashalán ubicado a 4,529 msnm, el cerro
Chipián a 4.537 msnm y la laguna Parpacocha a 4.421 msnm, los tres ubicados al
nor- norteste de San Pedro de Cajas, entre 8.5 a 15 km de distancia próximos
del uno al otro entre línea cardinal del trio.
Corrían los años entre 1975 a 1978
aproximadamente, y se escuchó un relato inspirado que salía con ardor y firmeza magistral,
brotado desde el sentimiento del quien los relataba y los cuatro adolescentes
que advertían la descripción quedaron quietos y perplejos, anonadados, sobre todo
sorprendidos. Pasó el tiempo, vuestra edad se desplazó a la adultez y sobre los
hombros llevábamos años académicos, por consiguiente, al correr de la
experiencia debemos describirla con disciplina, reflexivo y prudencia, basándonos
al procedimientos deductivo-analítico por su contenido temático.
Es una historia mítica por antonomasia, la
más vívida e imponente que se haya escuchado sobre los antiguos cajeños quienes
son predecesores de los qaqasmarkas. Al Parpacocha, los lugareños lo mencionan
en sus canciones y en sus vanaglorias de diálogo turistiqueros, pero en lo
referente al cerro Chipián; es escaso o casi nulo sus reminiscencias, al
Yanashalán solo lo recuerdan en la fecha de creación de la comunidad a
jactancia de las autoridades y los restos de los días y meses pasa confinado, colgado
en el umbral de la soledad y el hostracismo.
Para los propietarios y pastores de
haciendas y estancias aledañas a estas tres imposiciones, Yanashalán, era una
deidad muy respetada y temida en toda la planicie circundante al Parpacocha,
ordinariamente considerada como un jirca o awkillu 1.
Sin embargo, la fuerza de su presencia parece indicar una mayor jerarquía
divina, como resulta advertible también en la notable sacralización que
alcanzaron y aún mantienen determinados parajes o accidentes aledañas a la zona
entre estos dos semidioses, que están vinculados a estos mitos. Podemos
señalar, además, que las características del paisaje favorecen para avivar y
aún dramatizar la trama de estas narraciones.
Quien nos narró, seguramente cogió la
información de otro awillu que también sirvió de mensajero oral. Simeón
Oscanoa León es el nombre de este yachaj (conocedores, sabios) del siglo
que pasó. Tenemos abundante información de “Estelito”, sobrenombre cómo se le
conocía a Simeón. No sabemos de donde pudo haber cogido sus relatos, pero es
una joya mítica que sugiero ensalzar al público lector. Si bien, esta misma
narración encontré entre los escritos de Augusto Cardich, pero lo que da de
sorpresa es de cómo Oscanoa pudo haber conseguido o supo de este fabuloso mito tan
profundo y escénico para esos años en las que nos narró. Claro que hay muchas
variantes, pero esas mismas se exploran al mitificar diferentes actos en
diversos lugares del Perú.
Vamos a transcribir el mito, tejer con
sumo cuidado la narración para confluir en un entendimiento cabal:
“Desde
tiempos muy antiguos hubo un cerro alto, claro, esbelto que se levantaba más
allá de la laguna Parpacocha. Era un cerro o un jirca bueno, generoso. Era el
cerro Chipián. Casi en la misma dirección del lago se encontraba, y se
encuentra hasta hoy un cerro negro, alto y tenebroso. Los que conocen la
personificación de aquel monte; los pastores, dicen que es un hombre oscuro
“borrado” y malo. Este se llama Yanashalán.
Dicen
que las lagunas son las mujeres de los cerros. Y esta laguna, Mama Parpacocha
era una mujer de extraordinaria belleza. De ella se hallaban prendados los
principales cerros de la región como el Ganchis Janca, Raushjanca y hasta de
lugares distantes.
En
estas circunstancias surgió la rivalidad entre Yanashalán y el cerro Chipián. Y
como Mama Parpacocha dio sus preferencias a este último, el cerro Yanashalán,
que es rencoroso y cruel atacó a Chipián y luego de una fuerte lucha en que hubo
terremotos, rayos, tormentas, —que es como pelean los cerros— Yanashalán salió
victorioso y mató a Chipián. Hasta ahora se puede ver solitario y amontonado,
cual un cadáver.
Por la llanura del Huacrash se veía ráfagas de relámpagos acompañadas de sonidos ensordecedores y estridentes que retumbaban el suelo. Antes
de morir, el espíritu del Chipián cayó del cielo en forma de rayo y penetró en
las aguas del Parpacocha, en ese preciso momento salieron los hijos procreados
del cerro, y con voz lastimera, triste y melancólica les mandó morar en mejores
zonas y así llegaron al viejo lugar llamado cerro Qaqas, que se encuentra en la
parte noreste a dos kilómetros de la hoy San Pedro de Cajas. Hoy son willlkas y
churris las que las que moran en esta nueva ciudad.
Mama
Parpacocha no varió sus sentimientos. Sus tormentas, la tortura y la reminiscencia por el amado se
convirtieron en lágrimas y poco a poco dejaron de drenar por sus ojos, es por ello, mustio y
abatido las aguas de la laguna se fueron secando y solo queda una porción de ella tal como hoy se puede apreciar. Yanashalán se quedó solo, cada vez más hosco, como dios temible y
poderoso de toda esa zona”.
Con las investigaciones a costa, hemos
encontrado algunas variaciones en diferentes lugares de la sierra, donde
intervienen deidades como lagunas y cerros, lo importante sería conjugar o
definir el mito por el conjunto de todas las versiones.
Ahora bien, nos ha tocado permanecer en la
zona adyacentes al Parpacocha por largas temporadas desde la niñez hasta la
adolescencia. De acuerdo con nuestras observaciones y experiencias, los
lugareños, más que nada propietarios y pastores de haciendas y estancias, casi
todas las actividades de ellos tienen que estar presididas por ofrendas,
siquiera de simples regalos al Yanashalán, con previo masticado de la coca, si
se trata de situaciones rutinarias. En tales casos, por lo común, se depositan
unas hojas de coca, un cigarrillo y un chorrito de caña o de otra bebida
alcohólica, al pie de una huanca 2
que no falta en algún corral de cada paraje, o a su ausencia siquiera en una
esquina de cualquier pirka.
Es presumible que este culto haya
sufrido variaciones desde su probable origen preincaico, por los avatares
históricos, y ante todo durante la colonia “ya que no cabe duda —como afirma
Duviols (1977: 433)— de que las religiones autóctonas fueron profunda y
diversamente modificadas por la acción de los “extirpadores”.
Una vez le escuché contar algunos relatos
a don AndrésYurivilca Alania, —hombre que la mayor parte de su vida la dedicó a
la ganadería y vivió por las inmediaciones del Parpacocha y Telarmachay—
referidos a Yanashalán mientras masticaba su coca. Decía que era un jirca
muy rico, que tiene muchos animales que pueden verse por miles, representados
por pequeñas piedras en la cumbre de la montaña. Afirmaba reiteradas veces que
Yanashalán era también un jirca poderoso, y que había salido victorioso
en enfrentamientos con otros jircas de la región.
El relato de “Estelito” nos trasluce a un
encuentro particular y casi idéntico con los relatos míticos de Libiac
Cancharco quién es representado por el rayo, en este caso en particular cuando el
Chipián penetra en forma de rayo en las aguas del Parpacocha.
Ahora bien, ¿Cómo es que Oscanoa plasma o
asimiló conocimientos que muchos historiadores y antropólogos, que aún; en este
siglo XXI están tratando de descifrar estos acontecimientos? Lo más probable es
que haya escuchado relatos de antiguos personajes y que el mito —como decíamos
al comenzar— se repitió de generación en generación para conservar su
identidad. Pero, acá salta otra pregunta más puntillosa y enigmática: ¿Por qué
ningún cajeño adoptó y la sociabilizó este mito, siquiera adecuarla? Todo el
pueblo lo ignora. Por mi parte, he
dialogado, entrevistado a un sin número de comuneros y nadie supo contestar
quien los había creado a los Qaqas.
Cajas es un pueblo antiguo preinca e inca
que pasó vicisitudes historiales por estar cerca al manantial de Cachipuquio, y
no encontramos ningún relato mítico o leyenda parecida al Chipián —salvo los dos
enamorados de Cachipuquio— que actualizado o no, sirven para relatos
esporádicos o casuales cuando se nombra la gestación de las dos pozas
salineras. Podrían haber otros mitos más, contándola con una exaltación
desmesurada asociada al sentimiento local, exaltando o inflando informaciones
ridículas de escasa consideración académica, pero un relato mítico y legendario
para explicar sus orígenes de un pueblo y racionalizar la vida social y
cultural en un medio donde —como dijimos— no existe memoria colectiva de
ninguno de los acontecimientos acaecidos durante siglos, llama la atención la función
de explicar y dar sentido al origen de los primeros Qaqasmarkas por parte de
Simeón Oscanoa León.
Cronistas como Garcilaso, Cristóbal de
Molina, Polo de Ondegardo, Antonio de Calancha, Felipe Huamán Poma de Ayala y
sacerdotes dedicados a la extirpación de idolatrías como Francisco de Ávila,
Rodrigo Hernández Príncipe o Bernardo de Novoa, recopilaron las abundante
literatura oral en la que los mitos y leyendas constituyen un capítulo
importante. Con esto, no estoy induciendo de que Simeón Oscanoa esté a la
altura de estos cronistas, lo que quiero manifestar es que al igual que
Naylamp, Catequil, Libiac Cancharco, Vichama, Mama Rayguana, Huiracocha,
Pachacamac; Chipian —por estos relatos reales y fantasiosos— salgue como un
dios o héroe creador de hombres que dio estatuto de vida racional ordenada y
organizada al ayllu de Qaqas.
En la época inca, hubo un mecanismo andino
para conservar la memoria colectiva dentro de la sociedad, era la vecosina,
una institución especialmente constituida para ese fin. La vecosina no
era una ceremonia sofisticada manejada por especialistas como el de los
quipucamayos, era un mecanismo eminentemente social y local, que tenía por
finalidad reforzar la memoria colectiva, a través de los yachaj.
Consistía en reunir a toda la gente para instruirlos en la historia social, en
los valores fundamentales de la sociedad, en las ideas, creencias y ritos, que
todos debían conocer y practicar. Ahora bien, propusimos que Qaqas es un ayllu
eminentemente antiguo, muy antiguo, que ciertamente estaba políticamente
administrada bajo la anuencia del Cusco, ¿en qué momento se perdieron informaciones
de las memorias colectivas de los Qaqas que hoy estaríamos cantando en loa
nuestro pasado? ¿Hicieron mal sus trabajos los «funcionarios»
de la vicosina o simplemente no existió o pasó desapercibida esa
institución en Qaqas? Decimos esto,
porque ninguno de los acontecimientos ancestrales se encuentra registrada en la
memoria colectiva, salvo, uno que otros que son dominio de leyendas urbanas
tejidas de modo fantasioso creado con fines chauvinistas. También tenemos que
reconocer que Qaqas estaba dominada por indios mitmas regionales y en su mayor
grado posicionadas por el mandato imperial con fines políticos. Por otro lado,
estaba la férrea imposición de los extirpadores de idolatrías haciendo de las
suyas, cargada la cruz con la mano derecha y con la otra la espada pendiendo la
vida en un hilo en contra de la creencia de los aborígenes. Con estas
admisiones, poco o nada podía hacer el indio originario de Qaqas para mantener
latente su memoria y mensaje colectivo, peor aún; pretender guardar memoria de
los acontecimientos a fuerza de repetirlas de generación en generación. Esta
anomalía es la que postulamos, que los qaqasmarkas mitmas y originarios se
vieron imposibilitados de guardar sus mensajes por la anuencia arriba descrita.
Cuando los visitadores de extirpación de
idolatrías recorrieron pueblos a la caza de sacerdotes andinos e ídolos
sagrados del pensamiento religioso prehispánico, a quienes llamaban
“hechiceros”, “brujos”, “dogmatizadores”, “ministros abominables del demonio”,
no solo preguntaban a los indios procesados sobre sus creencias, sus
divinidades, sus ritos y los bienes que poseían, preguntaban también acerca de
sus orígenes del pueblo y sus antepasados. Los Qaqas seguramente callaron por temor
y no manifestaron que sus antepasados provenían de una laguna y que su pacarina3
era el Parpacocha, por esta razón, en la ya abundante publicación de los
documentos de estas visitas persecutorias de las creencias de los naturales
andinos, se encuentra mucho material recogido de la memoria colectiva de la
época, caso que no sucede con los qaqasmarkas.
Otro análisis para desembrollar es la
similitud o casi similitud entre el mito de Oscanoa y el mito de los Llaguaces.
Los Llaguaces fueron una nación que vivió siempre en las punas, es decir, era
una nación de cazadores y pastores de camélidos sudamericanos que vivían en las
estepas de altura que se abre tanto hacia el lado oriental como al lado
occidental de la cordillera de los Andes. La meseta de Junín y la Pampa de
Lampas, eran para ellos las planicies más amplias para el pastoreo de
camélidos. Los llaguaces eran hijos del dios rayo Libiac. Para la memoria
colectiva, Libiac Cancharco aparece en este mundo desde el firmamento, como
todos los dioses. “Cayó del cielo a modo de rayo” dicen los informantes de esta
mitología, tal igual como el espíritu de Chipián cayó al Parpacocha en forma de
rayo. Libiac fue el creador del pueblo de Cajatambo, que hasta el siglo XVII,
mantenían muy bien organizados los cultos a sus divinidades, con ceremonias
especiales oficiada por los sacerdotes, con música, bailes y tragos, con
ayunos, con comidas y amplia participación del pueblo. En este siglo XXI, los
moradores de esa región patentizan que fueron creados por Libiac, y se le hace
celebraciones y memorias con gran pompa, algarabía y mística.
Finalmente, debemos engrandecer,
satisfacernos y sentirnos ufanos por esa declaración relevante brindada por el “Gran
Estelito”. Por esta breve referencia de procedencia humilde, hoy se puede
reconocer que fueron Chipián y Mama Parpacocha las que procrearon a los
qaqasmarkas, divinidades procedentes de agrestes tierras andinas.
NOTA
1 Es el espíritu de la
montaña o deidad que mora en ella. Equivale a Wamani de la región de
Ayacucho y a Achachila de Puno. Se puede considerar como lo hace Mendizával
Losack (1966: 61), que la “divinidad principal del panteón andino, en nuestros
días, es el awkillo.
2 Piedra grande
generalmente alargada, plantada en el suelo, como una especie de monolito, que
tiene carácter sagrado. En la región del centro del Perú es más y menos
frecuente su presencia en las zonas altas, es decir en las jalcas y punas, y en
los niveles superiores de la quechua; y no se observan en las partes bajas. Se
les puede encontrar tanto en los corrales de cultivos, pero exclusivamente
ganaderos.
3 La Pacarina
era considerada como centro de creación de los ancestros. Estos centros de
creación son muchos y los principales fueron: el lago Titicaca, el Yarocaca, el
Chinchaycocha, Choclococha, Querococha, Llanganuco; lo mismo a la laguna Tembladera
en Lambayeque y las Huaringas en Piura. También fueron considerados como pacarinas
algunos puquios. Así mismo algunos volcanes como el Misti, el Collahuata, el
Huandoy, el Yerupajá. Una pacarina particularmente conocida es el Cerro
Tamputoco, de donde según el mito, salieron los hermanos Ayar
BIBLIOGRAFIA
DUVIOLS, Pierre
1977 “La destrucción de las religiones
andinas (Conquista y colonia)”. Universidad Nacional Autónoma de México.
MENDIZABAL LOSACK,
Emilio
1966 “El awkillu entre los descendientes de los Chupachos”. Cuadernos de Investigación, 1, Facultad de Letras y Educación, Universidad Nacional Hermilio Valdizan. Huánuco.
© Los propietarios. Este artículo es publicado por la Revista Puquina, VIII - 2014, ISSN: 2708-8462, revista de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional San Agustín, Arequipa. Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución. No comercia_Compartir igual 4.0 International, que permite el uso no comercial distribución y reproducción en cualquier medio siempre que la obra original sea debidamente citada. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario