sábado, 9 de octubre de 2021

LOS TELARMACHAY: ARTESANOS CURTIDORES E HILANDEROS

 

LOS TELARMACHAY: ARTESANOS CURTIDORES E HILANDEROS

POR: JOSÉ A. GAMARRA AMARO



Los primeros tejidos prehispánicos datan de hace 8,000 años a.C., y se originan como cobertores confeccionados a partir de fibras vegetales como el junco, totora o agave y fueron utilizados para cubrir las precarias viviendas construida por las sociedades cazadoras-recolectoras de esos tiempos.

El curtido de las pieles es uno de los oficios más antiguos de la humanidad. Tuvo su origen cuando nuestros antepasados prehistóricos comenzaron a utilizar las pieles de los grandes mamíferos para protegerse de las inclemencias del tiempo, como fue el caso de los Telarmachay que cubrían sus cuerpos con pieles de los camélidos cazados. No obstante, si no se aplicaba ningún tratamiento, la piel del animal se deterioraba con rapidez, se pudría, desprendía malos olores y hasta podía provocar infecciones. Y así fue como nuestros antepasados Telarmachay empezaron a buscar formas de detener este proceso natural.

Los primeros indicios históricos para mejorar el curtido fueron con el humo del hogar, que lograban conservar el cuero e incrementar su resistencia a los elementos. Este método, muy extendido entre los indios americanos para hacerse sus tepées, todavía hoy sigue siendo muy popular en algunas regiones de China. Otro avance histórico fue el curtido vegetal. Probablemente todo empezó cuando las pieles se introducían en el agua para eliminar barro y restos de suciedad y aquellas aguas contenían en disolución los “agentes” naturales procedentes de árboles próximos o caídos en el agua, que actuaban como conservantes y curtientes. Para épocas más adelante se tienen pruebas de que los egipcios poseían técnicas para curtir e incluso de la existencia del curtidor reconocido como un oficio. Es durante la Edad Media cuando se organizó esta actividad de un modo más eficaz, agrupándose en gremios y concentrándose en áreas específicas, desde las que tenían fácil acceso a las materias primas y al agua.

Fueron los Telarmachay quienes por esta parte de América, trabajaron en curtidos de la piel. Claro, nos hubiese gustado sentirnos benditos y ufanos; que los primeros tejidos textiles hayan hecho sus primeras apariciones en el abrigo de Telarmachay, pero lastimosamente no fue así, fue otro tipo de artesanía la que utilizaron: la curtiembre y, seguramente por milenios trabajaron dicha labor. La misma descubridora del Hombre de Telarmachay, Danielle Lavallée nos ilustrará y encausará nuestra rémora de sentimientos y sensibilidad:

“Cabe preguntarse también si los ocupantes de Telarmachay practicaban el tejido (de lana de camélidos). Se ha encontrado un tortero [rueca] de hueso en la capa II, y fragmentos de omóplato en los que el borde delgado está gastado, a veces escamado, a menudo pulido, y que puedan haber servido para aplanar los hilos de la misma manera que las astas de cérvidos encontrados en todos los niveles. Sin embargo, no se ha encontrado ningún elemento que pueda corresponder a un telar” (Lavallée, Danielle. 1977: 92).

Teníamos altas esperanzas que la aguja de cobre y hueso conseguido en el formativo podría haber servido para entrelazar tejidos: “Es el caso de Telarmachay, donde una única aguja de cobre fue recogida en todo el espesor de todos los niveles formativos (que cubren de 1,500 a 200 a.C.)” (Julien, Michéle: 1978-1980: 70). Estábamos errados; en 1988 salió más avances de investigación y descubrieron que esos dos utensilios sirvieron para otras manufacturas que describiremos en este mismo apartado.

Lo que sí podemos afirmar, con evidencias muy sólidas es que los Telarmachay fueron ─también─ los primeros artesanos andinos en trabajar la curtiduría de la piel, como sabemos; el proceso por el cual se transforma la piel en un material para conservarse a través del tiempo y poseer características de flexibilidad, resistencia, belleza y estética tienen un tratamiento específico. Los Telarmachay, en su grado incipiente; hallaron la forma de curtir la piel y utilizarlos como vestidos en el recubrimiento del cuerpo, emplearon el óxido de hierro hidratado (ocre) que frecuentemente se encuentra en la arcilla. Lavallée y su grupo describen este caso con experimentaciones llevadas por varios científicos especialistas en química paleontológica:

“La presencia de varias cantidades de ocre rojo en los niveles VI, V y IV debe probablemente relacionarse con el tratamiento de las pieles. Experimentaciones recientes (Audouin y Plisson 1982) llevadas a cabo en Francia, mostraron que el ocre en polvo constituye una protección excelente para las pieles de animales muertos, impidiendo su endurecimiento, putrefacción y daños causados por la acción de los gusanos e insectos. Por otra parte, los estudios sobre micro-huellas de uso observado sobre instrumentos líticos prehistóricos, demuestran que varios de los raspadores que han trabajado sobre pieles hubieran sido recubiertas con ocre antes de ser rapadas (Keeley 1978: 79). En Telarmachay, varios hallazgos parecen confirmar esta evidencia: varios raspadores líticos, con huellas nítidas de ocre en la cara interna,  fueron encontrados en los niveles VI y V, y en menos cantidad en el nivel IV; se observó además que los fragmentos de ocre estaban concentrados en los mismos sectores que los raspadores y las raederas de hueso. Por otra parte, dos de los raspadores examinados por P. Vaughan, procedentes del nivel IV, trabajaron pieles ‘con añadidura de un abrasivo’, y se puede suponer que se trataba de polvo de ocre. Por último, numerosas espátulas o alisadores de hueso llevan huellas de ocre. Ya hemos señalado además, que en la sepultura Nro 2 del nivel VI, el esqueleto estaba asociado a una masa de ocre rojo conteniendo instrumentos líticos, entre los cuales 6 raspadores, y 6 punzones y alisadores de hueso muy enrojecidos. Nos preguntamos si es válido interpretar este conjunto como una especie de equipo para el trabajo de las pieles. Si nuestras hipótesis son correctas, este uso técnico del ocre habría sido conocido en la región andina desde hace 6,000 años” (Lavallée-Julien-Wheeler 1982: 99). 

 Una vez conseguida el tratamiento de la piel, entraban a ser utilizadas las agujas de hueso y cobre que aludimos arriba:

“Una vez preparados, los cueros se alisaban con espátula o alisadores de hueso o de piedra, de los cuales se hallaron numerosos ejemplares desde el nivel VII. La presencia adicional de punzones y agujas de hueso, y de perforadores líticos, indica que parte de estos cueros debían de ser ensamblados [cocidos]. Sea para ropa, sea para fabricar paneles de pared, sea para obtener recipientes” (Lavallée-Julien-Wheeler 1982: 100).   



UN TORTERO (RUECA) CON SU HUSO (PUCHKA), ACCESORIOS ALUDIDOS POR LAVALLÉE

El tortero que describimos, servía para equilibrar la gravedad terrestre y luego torcer el filamento que posiblemente lo hacían en un huso (puchka, ¿sino para qué el tortero? ¿Los Telarmachay ─nuevamente─ como los primeros hilanderos?) Y luego:

“Las costuras debían emplear ligamentos de animales o fibras vegetales (…) Como se ve, el tratamiento de las carnes y las pieles requerían toda una panoplia de instrumentos diversos, elaborados en varias materias” (Lavallée-Julien-Wheeler 1982: 100).

Es así, como la curtiduría se fraguó en los Telarmachay. El interés por conservar la piel de los animales se remonta a la prehistoria, los artículos de cuero son omnipresentes en este siglo XXI.

Las industrias actuales han dejado atrás los alisadores, los huesos, punzones, los torteros y perforadores líticos para dar paso a una industria más sofisticada, pero fueron estos hombres, vecinos de la laguna de Parpacocha; las que dieron génesis ─al menos, por esta parte del continente─ al trabajo artesanal de la curtiembre y los hilados.

                                                                           


 

BIBLIOGRAFIA

- LAVALLÉE, DANIELLE

Campamento de Pastores en la puna de Junín del Periodo Formativo. Revista del Museo Nacional de Lima. Colegio de Antropología del Perú, 1977.

- WHEELER, JANE – JULIEN, MICHELE – LAVALLE, DANIELLÉ

Telarmachay: Niveles preceramicos de ocupación. Revista del Museo Nacional de Lima. Colegio de Antropología del Perú, 1982.                      





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