lunes, 26 de julio de 2021

ANÉCDOTAS DEL GENERAL SAN MARTIN

 

ALGUNAS ANÉCDOTAS DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN

                                                                             POR: JOSE A. GAMARRA AMARO


 

FRAILE REALISTA

Luego de Chacabuco, San Martín se permitió una venganza humorística contra los realistas españoles. Un fanático fraile agustino, haciendo un juego de palabras, había predicado contra él durante el período de la misa: “¡San Martín! ¡Su nombre es una blasfemia!”, había exclamado desde el púlpito sagrado. “No le llaméis San Martín, sino Martín, como a Martín Lutero, el peor y más detestable de los herejes”. El general, llamando a su presencia y con ademán terrible, fulminándolo con su mirada, lo apostrofó: “¡Cómo! ¡Usted me ha comparado a Lutero, quitándome el San! ¡Cómo se llama usted?” “Zapata, señor general”, respondió el fraile, humildemente. “Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusilo si alguien le llama con su antiguo apellido”. Al salir a la calle un correligionario le llamó por su nombre. El fraile aterrado, le tapó la boca y prorrumpió en voz baja: “¡No! ¡No soy el padre Zapata, sino el padre Pata! ¡Me va en ello la vida!”.

ESTOS LOCOS

Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó a lidiadores al ruedo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a Bernardo O´Higgins, que estaba a su lado: “Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles”.

LOS VINOS DE MENDOZA

Manuel de Olazábal, jefe de escolta del Ejército de los Andes, cuenta que el General lo había invitado a comer junto con Mosquera un amigo colombiano y Antonio Arcos, jefe del Ejército de los Andes. “-Usted verá como somos los americanos que en todo preferimos lo extranjero-“ le comentó. Al momento San Martín encargó unas botellas de vino mendocino y luego uno de Málaga. Cuando pidió la opinión a sus invitados, manifestaron su preferencia por el vino español, entonces riéndose, el anfitrión contó deliberadamente que había mandado a cambiar las etiquetas.

SAN MARTIN EL ABUELO

Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla que pendía de una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España le dió a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó:

− ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?

PREMIO POR OBEDIENCIA

También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al polvorín del regimiento con botas herradas y espuelas por motivos de seguridad. Para probarlo, el mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas (calzado de lona, con suelas de esparto, cáñamo o goma que se sujeta al pie por presión o con unas cintas que se atan al tobillo) y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una instrucción suya como ley del lugar por encima de cualquier persona.

MANO BLANCA

Álvarez Condarco había sido enviado por San Martín a explorar los pasos cordilleranos de Uspallata, los Patos y principalmente el campo de Chacabuco. Este fue detenido luego de obtener la información y el general español Marcó lo envió de regreso con una nota en la que decía: “Firmo con mano blanca, no como la de su jefe que es negra”. Esto quería decir que San Martín, según el general realista, había traicionado a España volviendo a América para darle la independencia. Después de la batalla de Chacabuco, el derrotado Marcó fue llevado ante la presencia de San Martín, que irónicamente lo saludó diciéndole: “General, venga esa mano blanca”.

ENCUENTRO CON NAPOLEON

Es conocida la destacada actuación de San Martín en la batalla de Bailén en las inmediaciones de Andalucía, tal mérito le valió no sólo una condecoración, sino también su ascenso a Teniente Coronel. Más allá de dicha victoria Francia logra tomar posesión de toda España y cuenta la historia que ingresando Napoleón Bonaparte a una de las ciudades donde se encontraba San Martín, Napoleón ve el uniforme que vestía el futuro libertador y con una mirada penetrante y tocándolo con el dedo índice le dice “Bailen” reconociendo la bravía del batallón y por otra parte doliéndole el triunfo que las tropas de San Martín le habían propiciado a sus granaderos.

¡QUIERO HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTIN!

El capitán Toribio Reyes, pagador de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le responde que no, entonces le dice: – ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible – respondió el pagador. San Martín le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de pasarlo por las armas.

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN

Esperando el momento propicio para entrar a Lima, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía… ¡cómo no he de quererlo! – respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales”. Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. Un cortado de cuatro reales – respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas… ¡venceremos!

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