jueves, 29 de abril de 2021

ANTECEDENTES SOBRE EL PROCESO DE CONVERSIÓN INDÍGENA

 

ANTECEDENTES SOBRE EL PROCESO DE CONVERSION INDIGENA*

                                                                                                       Por: José A. Gamarra Amaro

                                                                                      


 

“(…) pero esles dificúltosísimo de desarraigar de sus

entendimientos, que ninguno otro dios hay  ni otra deidad

hay sino uno, y que todo lo demás no tiene propio

poder ni propia operación, más de lo que les da y comunica

aquel supreino y solo Dios y Señor. Y esto es

sumamente necesario persuadulles por todas vías, reprobando

sus errores en universal, de adorar más de un Dios”.

 

(José de Acosta, Historia natural y moral de las indias).

 

     Las conversiones de los indígenas al cristianismo durante los siglos XVI e inicios del XVII nos permiten comprender el cambio que se operó en el mundo andino con el encuentro de dos universos religiosos diferentes: el cristianismo centrado en la existencia de un dios único y verdadero con pretensión de universalidad, en contraste con la religión del mundo indígena caracterizada por un sistema de creencias múltiple, conformado por diversas divinidades: sol, huacas, mallkis, estrellas entre otras. Como señala Wachtel (1976: 231):

“En este contacto cultural chocan estructuras mentales radicalmente extrañas entre sí. Mientras que los españoles consideraban a los dioses indígenas como manifestaciones del diablo, los indios interpretaban al cristianismo como una variedad de la idolatría”.

     Hoy, 529 años después, podemos señalar que este contacto no ocasionó una pérdida del sistema de creencias andino. Por el contrario, en este proceso de conversión al cristianismo se ha producido una nueva religiosidad, la cuál está conformada tanto por elementos prehispánicos como cristianos; cada uno de ellos perfectamente distinguibles.

     La religiosidad indígena, por ser más abierta y flexible, pudo incorporar y posteriormente asimilar en mayor o menor medida las divinidades, los ritos y normas éticas del cristianismo. De otro lado, el cristianismo mostró su intolerancia al afirmar el derecho divino que tenían para conquistar las indias y combatir contra los idólatras. Estos últimos eran considerados enemigos de Dios.

     ¿Cuáles son los diferentes móviles y respuestas que dan los indígenas frente al proceso de conversión? Esta no deberá entenderse como la adscripción a un sistema religioso válido en sí, sino que, como lo indica Lanternari (1967: 282) se debe considerar los distintos aspectos: teológico, psicológico y sociológico. Para abonar este proceso nos situaremos en las dos etapas de la evangelización y en los distintos medios de los que se sirvieron los misioneros para dar a conocer a la población indígena las creencias, prácticas rituales, normas éticas y conjunto de valores de la moral cristiana.

     Un primer periodo (1532-1570), marcado por el énfasis en los elementos “externos y superficiales”, que se manifestaron en el hecho de emplear a los indios como mano de obra para la construcción de los templos, la pomposidad de las ceremonias en la celebración de las festividades religiosas, y la prioridad en administrar el sacramento del bautismo. Un segundo periodo (finales del siglo XVI e inicios del XVII), caracterizado por la implantación de la fe por el oído. Es en este momento que se asigna importancia a otros medios para lograr una verdadera conversión de los indígenas. Uno de estos medios es el de la administración de la confesión[1] . A través de ella se ingresa en el universo mental del indio. Según Grusinski (1989: 111), quien a estudiado las confesiones para el caso de México:

“(…) al centrarse sobre el sujeto ─en el sentido más occidental del término─ el interrogatorio de la confesión podía hacer estallar antiguas redes de solidaridad y sociabilidad, socavando los lazos temporales transmitidos y reforzados por la tradición cristiana”.

     Esta nueva definición de la persona, del individuo, es la que se impone a los indígenas. Este conlleva una serie de sanciones éticas que el individuo debe acatar para vivir según el modelo de vida cristiano.

CONVERSIONES Y BAUTISMOS MASIVOS

     La primera etapa de la evangelización en el Perú es un periodo poco conocido. Las informaciones que tenemos son de diversa procedencia [2] y muy variadas. Nos centraremos en las obras realizadas por los historiadores. En primer lugar consideramos a los historiadores de la iglesia. Sus obras son publicadas entre los años  50 y 60, tal como la del padre jesuita Rubén Vargas Ugarte (1959) y los trabajos de los historiadores españoles Armas Medina (1953) y Pedro Borges (1960). Entre los estudios sobre la obra evangelizadora de los dominicos se cuenta el de José María Vargas Arévalo (1960), Los dominicos en el Perú y el reciente texto de Isacio Perez Fernández (1988). En estos trabajos se nos presenta un panorama de la tarea realizada por los dominicos durante este periodo. De la lectura de estas obras podemos concluir que durante el siglo XVI las conversiones son un hecho exitoso. Es decir, los indios son cristianos sin ninguna duda. Borges (1960: 517) nos dice:

“(…) fuera de los casos de algunas expediciones de lo acaecido en diversas encomiendas o de lo realizado por ciertos misioneros, juzgamos la conversión de los indios en términos generales como sincera, y a los miles de bautismos administrados como bautismos conferidos a indios interiormente convertidos a la fe”.

     La afirmación según la cual los indígenas eran cristianos se apoyaba en la recepción del bautismo. Poco importaba el conocimiento que tuvieran de la doctrina cristiana. La fe y el milagro moral que se concede al bautismo para garantizar la conversión eran suficientes.

     En la década del 70, los historiadores franceses Pierre Duviols (1972) y Nathan Wachtel (1976) van a estudiar el tema. En los estudios del primero sobre el movimiento de extirpación de idolatrías, y sobre el proceso de desestructuración del mundo andino, desarrollados por Wachtel, van a postular que a finales del siglo XVI la evangelización era solo superficial, existiendo una supervivencia de la tradición (Wachtel, 1976: 242).

     Ubiquémonos en la primera etapa de la evangelización y veamos cómo se realizaron las conversiones. Para comenzar, los clérigos y religiosos que desempeñaron la labor misionera apenas son un número considerable para emprender tan enorme empresa. Llegan en pequeños grupos de dos, cuatro y ocho personas, y realizan su labor en un contexto de guerra. Primero, producto de propia conquista, y después la ocasionada por los pleitos entre los conquistadores. En este periodo la propuesta evangelizadora de los misioneros se adscribe a la empresa privada de la conquista con intereses poco cristianos. Es el caso de fray Vicente de Valverde, misionero dominico, quien pese a estar sometido al superior de su orden actúa y decide bajo el mando de los soldados que conducen la empresa militar (Pérez, 1988).

     Años más tarde, a la luz de un proyecto de iglesia institucional, vienen al Perú las siguientes órdenes religiosas: dominicos (1536), agustinos (1550), franciscanos (1553) y los mercedarios, cuya fecha exacta de llegada no se conoce. Se van a establecer en los pueblos que fundan los españoles, edificando conventos en diferentes ciudades. Los dominicos en Cusco, Lima, Arequipa; los mercedarios en Huamanga. Es recién a partir de 1540 que van a establecer sus Provincias, siendo la primera la provincia dominicana de San Juan Bautista del Perú. Los criterios con que se orientan para evangelizar a los indígenas obedecen al propio entendimiento de su labor. Esta última guardó estrecha relación con la visión que se iban formando de los indios. Pensamos que esta visión pudo estar influenciada por las diferentes posiciones que sostenían los teólogos de las indias. Frente a un  pensamiento como el de Fray Bartolomé de las Casas tenemos el de Juan Ginés de Sepúlveda. El primero consideraba a los indios como personas de buen entendimiento[3], con “voluntad natural” y con capacidad racional para recibir la fe y doctrina cristiana. Así, vemos como en su texto Del único modo de entrar a todos los pueblo a la verdadera religión, establece algunas pautas para actuar en la conversión de los indios:

“Yerran haciéndose grandemente culpables, aunque tengan el poder y autoridad de obispos, los religiosos que dedicados a la predicación e instrucción de los indios de nuestro  mundo occidental, se empeñan en corregir a los mismos indios por cualquier pecado que hayan cometido antes o después de su conversión, con terribles aflicciones corporales, como son azotes, cárceles y otras penas”. Bartolomé de las Casas ([1566] 1975: 468).

     Otros misioneros pudieron identificarse con el mensaje de Juan Ginés de Sepúlveda (1986), quien consideraba a los indios como bárbaros, incapaces de gobernarse. En el Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios dice:

“Compara ahora estas dotes de prudencia, ingenio, magnanimidad, templanza, humanidad y religión con la que tienen estos hombrecillos en los cuales apenas encontrarás vestigios de humanidad, que no sólo no poseen alguna, sino que ni siquiera conocen las letras (…) y tampoco tienen leyes escritas sino instituciones y costumbres bárbaras”. Juan Ginés de Sepúlveda ([1550] 1986: 105).

     Independientemente del criterio de los teólogos y juristas, el nivel de autonomía con los que se manejaron los misioneros fue sin duda muy grande. No olvidemos que se trata de una empresa realizada por pocos hombres, dispersos en diferentes zonas del territorio [4].

     En el primer Concilio Limense (1551) como en el segundo (1567) se establecen las pautas para algunos métodos misionales tomando como referencia el  modelo de la evangelización de los doce apóstoles, es decir una pastoral de la atracción y sugestión. Es en esta atmósfera que se aplica la importancia dada a lo externo y superficial, vía los cantos, las ceremonias. Ajuicio de los religiosos estos elementos causaban gran seducción en los indios. La conversión se limitaba a las manifestaciones exteriores, esto es a la imposición de los símbolos y ritos cristianos.

     Los bautizos masivos, la estrategia de conversión intensiva de las élites y la importancia que asume la catequización de los niños forma parte de la labor evangelizadora. El II Concilio Limense (1567) tuvo más cuidado en prescribir la administración del bautismo a los adultos tras previa instrucción.

     Para los dominicos, la condición previa a la recepción del bautismo era la instrucción de la doctrina (Pérez, 1988: 209). En el caso de los franciscanos, los bautismos masivos adquieren gran relevancia para dar por hecho la conversión de los indios. Hay que señalar que p-ara ellos se trataba contemplar cuanto antes el anuncio del Evangelio, obteniendo a través del bautismo la salvación eterna que se encontraban ad-portas del Apocalipsis.

     El bautismo como rito de iniciación al cristianismo supuso la imposición de un  nuevo y único nombre tomado del santoral cristiano. Los indígenas eran para ser bautizados en forma obligada, es decir mediante el ejercicio de la violencia y la consecuente pérdida de la propia identidad indígena. En la sociedad indígena, las personas cambiaban de nombre de acuerdo a las diferentes etapas del ciclo vital. En cada uno de los pasajes de transición se celebraban ceremonias rituales.

     Durante este periodo los religiosos apenas conocen las lenguas indígenas, existiendo poco contacto directo con la población. Es más, cuando lo hubo, en el caso de algunos misioneros, la práctica religiosa fue opuesta a la ética cristiana de vida. La codicia, la avaricia, los malos tratos y el tipo de vida licenciosa fueron las acusaciones más frecuentes que se hicieron a los misioneros. El clérigo Pedro de Quiroga, quien da cuenta de un periodo referido a 1555-1560 en su libro Coloquios de la verdad trata de las causas que impiden la doctrina y la conversión de los indios  de los Reinos del Pirú (Quiroga, 1922). En uno de los diálogos entre Barchilon y el indio Tito, a la pregunta sobre la conversión de los indígenas, el indio Tito responde:

“Solo vosotros tenéis la culpa por la mala orden que habéis tenido en enseñanzas (…) por los malos medios con que nos han tratado. Habéis hecho odiosa la ley que nos predicáis con las obras tan contrarias a los que nos ensenáis, que quitáis el crédito a la misma verdad (…) Y que poco cuidado habéis tenido de darnos lectura y libros en nuestra lengua y de traducir algunas obras que nos pudiesen aprovechar y enseñar”. Pedro de Quiroga (1922: 115-117).

     Henrique Urbano, dominico y estudioso de esta orden, al referirse al escándalo de Chucuito a propósito de la visita realizada por el Virrey Toledo en 1572 y en la que son acusados muchos misioneros por cometer abusos contra la población indígena, nos dice:

“(…) no se pueden negar pues que hubo frailes que dieron rienda suelta a su mal genio pero, y sin que ello sea una excusa, hay que admitir que esas prácticas hacían parte de los métodos evangelizadores y eran comúnmente admitidas por los encargados de la enseñanza de la doctrina christiana (…)”. Urbano (1987: 215).

     A juicio de Urbano, estas prácticas y métodos de evangelización fueron comunes entre los religiosos del siglo XVI. El trabajo arduo, el abuso en el empleo de la mano de obra indígena fue el costo necesario para “expresar materialmente el esplendor de la vida religiosa”. (Urbano, 1987: 215)

     El padre José de Acosta, teólogo y misionero, llega al Perú en 1572 en la tercera expedición de jesuitas. En su obra De Pocuranda Indorum Salute (1588), el autor argumenta que uno de los obstáculos a la fe y a la enseñanza de la doctrina cristiana es el uso de la violencia:

“(…) gran parte de la nación de los indios recibió a Cristo a los principios más por la autoridad del aparato bélico que por la genuina predicación, engendrando la actitud servil que los dintingue”. José de Acosta ([1588] 1954: 343).

     Al asumir la doctrina de Juli en 1572, a solicitud del Virrey Toledo, los jesuitas se encuentran con serias dificultades para poner en práctica su obra misionera a pesar de los treinta años de labor evangelizadora realizada por los dominicos. El padre Diego Martínez, en una carta escrita al provincial, padre Plaza, afirma que uno de los problemas de conversiones es debido a la poca voluntad que muestras los indígenas de abrazar la virtud (Vargas Ugarte 1962: 128, Monumenta Peruana V, I, 1954, Doc. 53: 337-338).

     Los informes que se tienen de la primera Congregación Provincial de la Compañía de Jesús, realizada en Lima el año de 1576 (Acosta [1588] 1954), así como los testimonios de Guaman Poma nos dan pistas para indicar que hacia la segunda mitad del siglo XVI la cristianización solo era un deseo. Este se alimentaba por la comprobación que hacían los  misioneros de la gran asistencia de los indios a las actividades del culto: misa, ceremonias y festividades.

Guaman Poma, al referirse a este primer momento de evangelización, dice:

“De las dichas doctrinas deste rreyno del Pirú, cómo los dichos sacerdotes y padres y curas questá en el lugar de Dio[s] y de sus sanctos (…) no hazen lo que están benauenturados hizieron. Antes se uan a la cudicia de la plata y rropa y cosas del mundo y pecados de la carne y de apetitos y daños que no se escriue (…). Guaman Poma (1987: 533).

     La argumentación de Guaman Poma está dirigida a mostrar que la perseverancia de la idolatría de los indios se debe al desempeño de los misioneros.

     Ahora veamos, en esta etapa, ¿a qué nivel se dieron las conversiones? En primer lugar, son más conocidas y se tiene información de las que sucedieron por el lado de las élites de la nobleza indígena. Pensamos que estas deben ser comprendidas como una forma de respuesta mediante la cual los señores reconocieron las ventajas de incorporar elementos del nuevo universo cultural portado por los españoles, buscando el acceso a un estatus que les permitiera negociar con cierta igualdad frente al poder colonial. Es interesante recordar el primer acontecimiento en Cajamarca en el cuál Atahualpa, conociendo su sentencia de muerte, de ser quemado en la hoguera, se llena de temor y pide ser bautizado, “convertirse al cristianismo” a condición de que se le cambie la pena de morir en la hoguera por la del garrote (Pizarro, 1986). Frente a este hecho agresivo y que atenta contra su cultura, Atahualpa reacciona, negocia con su captor. Conservar su cadáver era necesario para preservar su vida en otro lugar y ser sujeto de culto. Para los indígenas el culto a los muertos formaba parte de su sistema de creencias. A los muertos se les consideraba como divinidades; éstos no morían. Se les alimentaba y vestía; incluso había gente que les servía. La conservación del cadáver era necesaria para mantener el rito[5].

     Otro caso de conversión es el de Don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui. Esta se encuentra en su Ynstrucción escrito en 1570 para el ilustre señor el Licenciado Lope García de Castro, con la finalidad que informe al rey Felipe II sobre la legitimidad de su condición de soberano descendiente de Mango Inga (Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui, 1985). En este documento, Diego de Castro, en su afán de ser reconocido como descendiente directo de Manco Inca, no solo se sujeta como vasallo del rey de España sino que decide bautizarse, convertirse al cristianismo y difundirlo entre sus indios. Hace explícito el poder que a ejercido el cristianismo para poner paz a su vida y evitar el uso de la violencia al enfrentarse con los Españoles. Es sintomático que mientras escribía esta instrucción, en Vilcabamba continuaba el enfrentamiento bélico entre españoles e indios.

     A continuación mostraremos un texto de este documento referido a su conversión:

“(…) En esta quiero declarar el cómo yo me he abido después de sus días y la manera por donde me he venido a tomar cristiano e tener paz con los españoles, que fue mediante Dios (…)

Por escribirme Vuestra Señoría muchas cartas y rogándome que me volviese cristiano diciendo que convenía para seguridad de la paz, procuré de ynquerir de Diego Rodríguez y de Martín de Pando quién era en el Cusco la persona más prençipal de los religiosos que en ella avia y quál religión más tomo y de más tomo; e dixieronme que la religión de más tomo y de más autoridad y, que más floreçia en toda la tierra, aunque de menos frayles, hera la de señor Sant Agustin y el prior de ella (…). Y oydo y entendido ser esto ansy, aficióneme en gran manera a aquella horden y religión // más que a otra ninguna y determiné de escribir al dicho prior muchas cartas rogándole que viniese a bautizar él en persona (…)”. Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui (1985:31-33).

     En estas conversiones podemos sostener que los móviles para aceptar la nueva religión estuvieron condicionados por un pragmatismo antes que por factores de índole teológica.

     Un nivel de respuesta masivo ante la posibilidad de aceptar la conversión del lado indígena es el de la práctica y difusión del suicidio entre los indios. Tanto Wachtel (1976) como Curatola (1989) han hecho notar este fenómeno que consideramos debe ser profundizado. Los suicidios para Wachtel son una forma de evasión de las duras condiciones de vida y del mal trato a que eran sometidos los indios (mita minera). Curatola ve en el suicidio una respuesta autodestructiva que representa un intento de detener la desintegración de la sociedad autóctona. Señala que: “muchos de estos suicidios se inspiraban en la convicción que tenían los indios de realizar un gesto grato a sus dioses, un acto de profundo significado religioso” (Curatola, 1989: 254). Es decir, una respuesta de rechazo a la imposición del sistema religioso cristiano.

     Las referencias que señala el padre jesuita Diego Martínez en la mencionada carta dirigida al padre Plaza a propósito de las dificultades que encuentra en la evangelización de los indígenas, corroboran la hipótesis del suicidio. Según Diego Martínez, los indios cometen muchos atentados contra su vida, ahorcándose (Monumenta Peruana V, I, 1954, Doc. 53:361).

     Las conversiones de las élites muestran una cierta plasticidad de la cultura andina para aceptar e incorporar  ciertos aspectos formales del universo cultural cristiano con la finalidad de mantener su tradición, adhiriéndose al código cultural del vencedor.

LA PROFUNDIZACION DE LA FE

     Una segunda etapa de la evangelización comienza a fines del siglo XVI con la llegada de los jesuitas; se inscribe en un momento de cambios y reordenamiento de la organización colonial impulsada por el virrey Toledo. Los jesuitas llegan al Perú en 1568 y se erigen en los abanderados de la reforma de trento (1545-1563) [6]. José de Acosta participa en el III Concilio Limense en 1583 como uno de los principales consultores en teología. Es en este concilio donde se van a dar los criterios unificadores para la evangelización y la enseñanza de la doctrina cristiana.

     El Symbolo Catholico Indiano, escrito en 1590 por fray Gerónimo de Oré, pasa a convertirse en el texto de uso obligado para enseñar la doctrina. De igual forma en este concilio se señala la importancia de contar con un manual de confesionario para los curas de indios.

     Para los jesuitas lo más importante era el conocimiento de la doctrina cristiana por los indios. Con tal fin se exigió una buena preparación a los misioneros que venían a estas tierras. El dominio del idioma fue fundamental. Este conocimiento los capacitaba para explorar la cultura, la religión y la forma de vida indígena. El padre Acosta señalaba al respecto:

(…) los que son llamados a essa importante misión deven procurar todo aquellos medios por los cuales alcancen la salud de los indios (…) Quien no sabe hablar no puede tampoco enseñar”. (Monumenta Peruana V, II, 1954: 265).

     La estrategia seguida por los jesuitas en su labor evangelizadora contempló cuatro aspectos: a) oficiar como curas en las doctrinas. Asumen a su cargo la doctrina de Huarochirí [7], la del cercado y posteriormente la de Juli; b) la importancia de la salida a través de misionews volantes y las misiones entre paganos; c) la creación de residencias en sitios donde el número de indios es alto; y finalmente, d) el establecimiento de colegios para los hijos de los caciques (Vargas Ugarte, 1962: 98).

     El interés de los jesuitas se centró en la evangelización a profundidad, la fe por el oído. Se trataba de impulsar una verdadera conversión a los que ya habían sido bautizados.

     En cuanto a los métodos misionales, los jesuitas tomaron como referencia toda la experiencia de trabajo acumulada por los religiosos durante la primera etapa de la evangelización. Se sirvieron de ella, adaptándola e innovándola. En principio, consideraron importante el  modelo de conversión basada en las élites y la escuela de adoctrinamiento para los niños. De igual forma asumieron la práctica del canto como medio de enseñanza de la doctrina cristiana, innovando este uso con el empleo de melodías de los cantares andinos en textos católicos (Estenssoro, 1990: 59).

     Los cambios realizados muestran la actitud diferente con la cual los jesuitas se dirigieron al mundo indígena. La importancia del conocimiento de la lengua está relacionada con la necesidad de comprensión de la vida, de las formas de pensamiento y del conjunto de creencias de esta cultura. El conocimiento de estas gentes contribuiría a la tarea de la evangelización. Conocer todo el mundo cultural con la finalidad de erradicarlo, extirparlo de raíz por considerarlo un obstáculo a la incorporación de los indígenas al tipo de vida occidental y cristiano.

     Es en esta actitud que se nos muestra la dimensión de los misioneros como los primeros etnólogos. Si bien este interés por el conocimiento tenía como finalidad incorporar a los indígenas al modelo de la llamada “policía cristiana”, sin mayor capacidad de contemplación de la diferencia, la recopilación y la descripción de la geografía, clima, costumbres y creencias constituyen un gran legado a la actualidad.

     Según Elliot (1972: 45), durante el siglo XVI y comienzos del siglo XVII la posibilidad de que Europa asimilase al Nuevo Mundo era muy compleja:

“Los españoles estaban prisioneros de su léxico ecológico. Sus mentes y su imaginación estaban condicionados de ante mano, de tal manera que veían lo que esperaban ver e ignoraban aquellos aspectos para los que no estaban preparados”.

     La mentalidad estaba condicionada por la formación cristiana. El conocimiento del Nuevo Mundo se subordinó a la providencia divina. No se podía afrontar el hecho de la diversidad de género humano. Para los jesuitas la confesión constituía una herramienta eficaz para lograr la conversión y la salvación de los indígenas [8]. Esta cumplía una función de control social. A través de ella se obtenía un mejor conocimiento de los cultos idolátricos, así como la posibilidad de develar la persistencia d las prácticas, ritos y costumbres indígenas, lo cual facilitaba su posterior erradicación. De otro lado, permitía un control sobre el desempeño de determinados personajes del mundo andino tales como los curacas y hechiceros.

     El manual oficial del confesionario, elaborado y publicado a instancias del III Concilio Limense (1585), presenta las adaptaciones correspondientes a personas nuevas en la fe y en el conocimiento de las verdades divinas. El hilo conductor del confesionario gira alrededor de los diez mandamientos, decálogo en el que consigna el culto a Dios a la vez un código moral y ético [9].

     Para cada mandamiento se formularon preguntas en base a las creencias, cultos y costumbres propias de la sociedad indígena: adorar a las huacas, mallquis, estrellas, entre otras. El amancebamiento, las prácticas relacionadas con la sexualidad y la borrachera fueron considerados los principales pecados que cometían los indios.

     La pastoral de la atracción de complementó con la de la persuasión. En el confesionario se trataba de persuadir a los indios de la falcedad de sus concepciones idolátricas, inculcarles la conciencia del error en que vivían por obra del demonio, así como intimidarlos con el temor del castigo divino y las duras penas a las que serían sometidos en el infierno en caso de no cumplir con los mandamientos de la ley de Dios. De otro lado, había que asegurar el poder de Dios diciéndoles que El acudía en socorro de las necesidades de los cristianos.

     ¿Fueron las confesiones un medio realmente eficaz para garantizar una verdadera conversión y asimilación al cristianismo?

     Al inicio, para los jesuitas, esta era una práctica exitosa. Su argumentación se sostenía en el aspecto externo: afluencia masiva a confesarse, la ansiedad, devoción y sollozos con los cuales se confesaban los indios y la buena disposición a aceptar las penas y castigos que les imponían los misioneros. No olvidemos que las asistencias a las confesiones era una práctica obligatoria. Los indígenas, al igual que todos los católicos, tenían el deber de confesarse una vez al año. Podía ser en la cuaresma o después del primer domingo de Pascua.

     Después de 24 años (1600) de trabajo pastoral de los jesuitas en la doctrina de Juli, el padre provincial Rodrigo de Cabredo informa al padre general Claudio Aquaviva (Monumenta Peruana V, VII, 1954: 105) sobre el arrepentimiento mostrado por los hechiceros (mas de 40) que habían sido descubiertos el año anterior y reclutados en una casa especial con la finalidad de persuadirlos en la enseñanza de la doctrina cristiana y en la falsedad de su religión. En esta carta, el padre Cabredo, pese a admitir con satisfacción la conversión de los hechiceros, insiste el cuidado y fiscalización que hay que tener con ellos, pues como él mismo señala:

“Es esta gente inclinada de suyo al vicio de la deshonestidad y con las pláticas freqüentes en que se les afea y con el cuidado que ay en que sean visitadas las casas por los fiscales a todas oras, y con la freqüencia de los sacramentos y el tener por gran crimen quien comulga caer en tal flaqueça”. (Monumenta Peruana V, VII, 1954: 105).

     Esta visión de los indios ─apegados al vicio y no a la virtud─ es la que lleva a los misioneros a dudar sobre la conversión indígena a la religión cristiana. El posterior movimiento de extirpación de idolatrías confirmó esta idea.

     En el siglo XVI, los sacerdotes encargados de visitar las diócesis de la Paz con el fin de detectar y extirpar cultos idolátricos, descubren a un ídolo importante cerca de Ilave (Meiklejhhon, 1988: 251).

     Asimismo, la presencia de hechiceros y confesores indígenas que seguían realizando sus prácticas constituía una amenaza permanente para lograr una verdadera conversión.

     El testimonio de Santiago de Maras correspondiente al corregimiento de Chancay en el siglo XVII (AAL. Sección Hechicerías, Legajo VII, Exp. 14, Fol. 2R), nos permite postular algunas ideas en torno al proceso de conversión. Francisco Gutiérrez, indio de 75 años acusado de idólatra, al ser interrogado declaró:

“y preguntado qué concepto hassía de las cosas y misterios que oía explicar de Nuestra Santa Fe Cathólica.

-respondió no las creía, teniéndolas por coss de chanssa y que los ssantos eran conopas, esto es dioses de los españoles, pero que después, por aversele muerto sinco hijos, aofresidos a sus ydolos, dixo en su corazón, quisá será mejor el Dios de los españoles, yo quiero convertirme a él y para esto procuró aprender resar y que así estuvo algunos días, pero que después se volvió a sus idolatrías como antes avra tiempo de diez y ocho años:

Y asimismo dixo que las almas no eran inmortales, creyendo que almas y cuerpos de sus antepassados se auían convertido en piedras diciendo ‘que todas las guacas auian sido antes hombres”que assi se lo enseñó su padre, aprendiéndolo de sus mayores y que al tiempo presente se allaba dudoso así en las cosas de sus guacas como en los misterios de Nuestra Santa Fe Cathólica…

…Y juntamente dijo que a los principios auía negado lo referido por averselo aconcejado así la jente de su pueblo que vido le traían presso pero que ya estaba desengañado y conosía la verdad de nuestra fe por las amonestaciones que les avia echo y por esta causa declaró todo lo sussodicho”.

     En este testimonio podemos notar:

Primero: la clara distinción y separación de espacio asignado a las divinidades cristianas y las del mundo indígena. Juan Gutiérrez establece relaciones y comparaciones entre las divinidades. Equipara a las conopas con los santos. Las conopas en el mundo indígena son piedras que tienen la forma se serpientes, llamas, y se les rinde culto familiar. Protegen a las familias.

Segundo: el reconocimiento de la fuerza y el poder de los dioses cristianos. La atracción y el poder de educación que ejerció la religión cristiana ante un mal inminente, como la muerte de sus cinco hijos, conduce a Juan a la búsqueda de una fuente de salvación en esta nueva religión. Como él mismo lo señala, probará qué pasa si se le rinde culto a este dios cristiano ante la ineficiencia de su divinidad[10].

Tercero: la no aceptación de las verdades cristianas como la idea del alma inmortal; por el contrario, se afirma en la visión indígena de la muerte. Esta no significaba la muerte física de la persona. Los muertos continuaban viviendo en otro espacio denominado Upaimarca. No es casual que los sermones de los sacerdotes referidos al castigo en el infierno y la idea de la desaparición del cuerpo físico generara temor en la población indígena. Muchas de las confesiones y la posterior conversión al cristianismo anotadas por los jesuitas en las cartas anuas [11] suceden bajo estas circunstancias (Monumenta Peruana V, I, Doc. 85: 422-423). Para los indígenas la conservación del cuerpo era fundamental[12].

     Al rechazo y resistencia pragmática operados en la Primera etapa de la evangelización les sigue una respuesta de simulación concertada. Como indica Lanternari, la interpretación mágico-utilitarista del cristianismo no se debe entender como algo desfavorable, ni únicamente instrumental. Se trata de una forma de comportamiento que respondiendo a las nuevas situaciones que una religión nueva como es el cristianismo presenta a los indígenas. Esta religión en algunos aspectos pudo ofrecer más garantías y seguridades.

     Para este periodo ya podemos encontrar de manera explícita este doble juego, que se mueve entre la aceptación de las divinidades cristianas y el disimulo para practicar los cultos y ritos de la religiosidad andina; aceptación que no siempre será extrínseca o superficial. Es decir, el funcionamiento de dos sistemas religiosos comenzará a transformar al sistema de creencias prehispánico.    


 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 

ACOSTA, José de

                              De procuranda salute Indorum. Edición España Misionera, Madrid, 1954.

 

ARMAS MEDINA, Fernando

                              Cristianización del Perú. Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 

                              1953.

 

BORGES MORAN, Pedro

                              Métodos misionales en la cristianización de América. Siglo XVI. Concejo

                              Superior de Investigación Científicas, Madrid, 1960.

 

CASTRO TITU CUSI YUPANQUI, Diego de

                              Ynstrucción para el muy ilustre señor el licenciado Lope García de Castro,

                              Gobernador del Pirú tocante a los negocios que fue de su majestad, en

                              nombre, por su poder a tratar, la cual es que se sigue, [1570], Ediciones

                              El Virrey, Luis Millones, 1985.

 

CURATOLA , Marco

                              “Suicidio, holocausto y movimiento religioso de redención en los Andes

                              (siglos XVI-XVII)”, en Antropológica Nº 7, revista del Departamento de

                              Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1989.

 

DE LAS CASAS, Bartolomé

                              Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión. Co-

                              lección popular, Fondo de Cultura Económica, México, 1942. Segunda

                              Edición en Colección popular, 1975.

 

DUVIOLS, Pierre

                              La destrucción de las religiones andinas (durante la conquista y la colonia)

                              Universidad Nacional Autónoma, México, 1972.

                              Cultura andina y represión. Procesos y visitas deidolatrías y hechicerías,

                              Cajatambo, Siglo XVI. Archivo de Historia Andina/ 5. Centro de Estudios

                              Rurales Bartolomé de las Casas, Cusco, 1986.

 

ELLIOT, J.H.

                              El viejo mundo y el nuevo 1492-1610. Alianza editorial, Madrid, 1972.

 

ESTENSSORO, Juan Carlos

                              “Música, discurso y poder en el régimen colonial”. Memoria para optar el

                              grado  de Magister en Historia, Pontificia Universidad Católica, Lima, 1990.

GRUZINSKI, Serge

                             El poder sin límites. Cuatro respuestas indígenas a la dominación española. Co-

                              lección biblioteca del INAH. Instituto de Antropología e Historia. Instituto Fran-

                             ces de América, México, 1988.

 

GRUZINSKI, Serge

                             “normas cristianas y respuestas indígenas: apuntes para el estudio del proceso

                             de occidentalización entre los indios de Nueva España”, en Seminario de Histo-

                             ria de las Mentalidades. Del dicho al hecho. Transgresiones y pautas culturales

                             en la Nueva España. Serie Historia, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

                             CNRS, México, 1989.

 

FLORES GALINDO, Alberto

                              Buscando un inca. Editorial Horizonte, Lima, 1988, tercera edición.

 

LANTERNARI, Vittorio

                             Occidente y tercer mundo. Siglo XXI editores S.A, México 1974.

 

MARZAL, Manuel

                             El rostro indio de Dios. Pontificia Universidad Católica, Fondo Editorial, Lima, 1991

 

MONUMENTA PERUANA

                             Monumenta histórica Societatis Iesu. Vol. 75, 82, 88, 95, 102, 110, 120. Monu-

                             menta Peruana. Vol. I, Vol. II, Vol. III, Vol. IV, Vol. V, Vol. VI. Romae, Apud mo-

                             numenta missionum, Soc. Iesú. Roma, 1954.

 

MEIKILEJHON, Norman

                             La iglesia y los lupaqas durante la colonia. Archivos de Historia Andina. Instituto

                             de Estudios Aymaras, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de las

                             Casas, Cusco, 1988.

 

PEREZ FERNANDEZ, Isacio

                             Bartolomé de las Casas en el Perú. Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolo-

                             mé de las Casas, Cusco. Institutos Pontificios y Teología PP. Dominicos, Madrid,

                             1988.

 

PIZARRO, Pedro

                             Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú. Pontificia Univer-

                             sidad Católica, Fondo Editorial, 1986.

 

POMA DE AYALA, Guamán

                             Nueva corónica y buen gobierno. Segunda edición crítica de Johon Murra, Rolena

                             Adorno y Jorge Urioste. Siglo XXI/IEP, México 1987.

 

PORRAS BARRENECHEA, Raúl

                             Los cronistas del Perú. Edición auspiciada por Grace y Cía; Lima, 1962.

 

SEPULVEDA, Ginés de

                             Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indio.Fondo de Cultura

                             Económica, México, 1986.

 

TODOROV, Tzvetan

                             La cuestón del otro. La conquista de América. Siglo XXI editores, México, 1897.

 

VARGAS UGARTE, Rubén

                              Historia de la Compañía de Jesús en el Perú. Imprenta de Aldeoca, 4 V; Burgos

                             1962.

                             Historia de la Iglesia en el Perú, Tomo II, Burgos, 1959.

 

URBANO, Henrique

                             “El escándalo de Chucuito y la primera evangelización de los lupaca (Perú)”, en

                             Cuadernos para la historia de la evangelización en América Latina 2, Cusco,

                             1987.

 

WACHTEL, Nathan

                             Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570).

                             Alianza Universidad, Madrid, 1976. 

CITAS BIBLIOGRAFICAS



[1] Juan Carlos Estensoro (1990) en su tesis para obtener el grado de magister en historia a estudiado la importancia de la música como una herramienta en la labor evangelizadora. El empleo de la misma implicaba el aprendizaje de nuevas prácticas así como el conocimiento de otros instrumentos musicales: flauta, órgano, etc.

 

[2] Entre éstas tenemos las crónicas soldadescas, de las indias y toledanas (Porras 1962), así como las conventuales. De igual forma se cuenta con la correspondencia sostenida entre los religiosos y sus superiores. En Cuadernos para la Historia de la Evangelización en América latina, editado por el Centro Bartolomé de las Casas (Cusco), se han publicado trabajos sobre la labor evangelizadora de los dominicos.

[3] La iglesia Católica, ante la discusión sobre la naturaleza de los indios, emitió la Bula Papal Sublimes Deus en 1537, en la cual se afirmaba que los indios eran seres racionales.

[4] Entre 1544 y 1572 el número de misioneros dominicos en la provincia de Chucuito llegaba a 13, para una población de 66,900 indígenas (Urbano, 1987: 209).

[5] En la crónica de Pedro Pizarro (1986: 52) respecto a la importancia del culto a los muertos, se dice: “Estos señores tenían por ley y costumbre que el señor deellos moría le enbalsamauan y le tenían envuelto en muchas rropas delgadas, y a estos señores les dexauan todo el servicio que auían tenido en vida, para les siguirsen en muerto a estos bultos, como si estuuieran viuos. No los tocauan su servicio de oro ni plata, ni enj cosa ninguna que tuuiesen ellos ni los que seruian ni en la casa, antesle dauan más (…).

[6] Este concilio fortaleció la doctrina cristiana y su teología frente a la Reforma protestante.

[7] En esta doctrina, los jesuitas solo permanecerán siete años.

[8] Según Meiklejhon (1988: 47), en la visita realizada por Garci Diez en 1573 a la provincia de Chucuito, los dominicos solamente escuchaban la confesión de los ladinos, o sea de los de habla española. El estudio de la lengua española no formaba parte de su estrategia

[9] Más información podemos hallar en Fanni Muñóz “Dominar y/o evangelizar: los jesuitas y la confesión católica”. En Debates en sociología, Nº 12-14, pucp, Lima 1988.

[10] Es interesante anotar que en la visión indígena, las divinidades no gozaban del privilegio eterno de la omnipotencia y de la infalibilidad; se comportaban como humanos y podían infringir las normas éticas. Pedro Pizarro (1986: 57) recoge una anécdota relacionada con esta actitud religiosa, referida al dios Pachacama: “Pués entendido el Marqués de la lengua de lo que ataulpa auia dicho, preguntóle que por qué auia dicho aquello que no hera su dios Pachacama, pués ellos lo tenían por tal. El Ataualpa dixo: ‘─As de sauer, señor, que estando mi padre malo en Quito le ynbió a pregunta que qué haría para su salud, y dixo que le sacaran al sol, y en sacándole, murió. Guáscar, mi hermano, le ynbió a preguntar que quién hauia de vençer: yo u el, y dixo que él, y vernçí yo. Quando vosotros veniste, yo le ynbié que quién auia de vençer: vosotros u yo; ynbiéme a dezir que yo, y bençisteís vosotros. Así que es mentiroso y no es dios pues miente’. El marqués le dixo que sauia mucho. El Ataulapa rrespondió que los mercaderes sauian mucho”.

[11] Se trata de la correspondencia sostenida entre los provinciales de la compañía y el padre general de la orden en Lima.

[12] El Padre Manuel Marzal S.J. (1991: 225) señala como un rasgo característico de la actual religiosidad quechua, la poca aceptación que tiene entre ellos el cielo e infierno cristianos. A su juicio esta incredulidad se explica porque la religión prehispánica, aunque aceptada la supervivencia después de la muerte,  no había desarrollado la dimensión de sanción ética tanto como el cristianismo.

 * RECOPILACIÓN DE FANNI MUÑOZ