miércoles, 12 de octubre de 2022

LA PRIMERA PROMOCIÓN DE POETAS DE TARMA

 

LA PRIMERA PROMOCIÓN DE POETAS DE TARMA

                                                                                                                 Por: JOSE A. GAMARRA AMARO

     

                                                                                                        Foto: info@besttripperu.com

     Ya don Manuel J. Baquerizo Baldeón (1929-2002), había trasplantado su sentir acerca de los poetas de Tarma. El papel que desempeñó en la búsqueda de una identidad nacional, principalmente de la región Junín, fue su tema principal cuando desarrolló La conciencia de la identidad en la literatura de costumbres de la sierra central (Centro Cultural José María Arguedas, Lima, 1998). Baquerizo investiga y desarrolla en este ensayo el costumbrismo en Tarma, narra del problema socioeconómico lleno de altibajos, que termina con la aparición de un sector medio que imprimió dinamismo a la ciudad, reflejado, por ejemplo, en la fundación de un comité provincial del Partido Radical de Gonzales Prada, o en la edición de nuevos periódicos y revistas como La Nueva Simiente o El Tarmeño. En el ensayo, Baquerizo inserta una breve biografía del indogermano Adolfo Vienrich, primer recopilador de literatura quechua y menciona a José Gálvez como su alumno.

     Entonces, no somos los primigenios en escribir sobre las primeras gestaciones de poetas en Tarma, pero sería bien, leer o releer a Baquerizo para introducirnos en los literatos impulsores del vanguardismo y el proletariado en la literatura huancaína que fue arraigándose en las esferas limeñas. Mientras tanto, volvamos a lo nuestro y comencemos a esbozar en el tema en los que nos fue citado el título*.

      Durante el siglo XIX la poesía en Tarma fue inequívocamente una creación de raigambre anónima y popular. Sus autores no tenían carácter profesional, o sea, gente con oficio de poeta. Por lo general, eran hombres que se desempeñaban como artesanos, arrieros, músicos y periodistas. Podría decirse, entonces, que la literatura en la provincia no se había convertido en una actividad culta, especializada, en menester de clerecía. Hasta mediados del novecientos, el poeta era un individuo indiferenciado del resto de la sociedad. La persona que quería ser únicamente poeta no gozaba de una buena reputación ni siquiera de consideración, estaba mal visto en la ciudad. Esto es, al menos, lo que se puede desprender de un soneto “el incomprendido” de José Gálvez Barrenechea y de la novela costumbrista “La Llamita de Capia” de Fortunato Cárdenas.

     Poesía era entonces todo lo que se improvisaba y se cantaba en todas las fiestas de carnaval, en las actuaciones cívicas y en otras efemérides. La invención literaria solía expresarse sobre todo en las letras de las mulizas y de los huaynos. Verso y música nacían y se difundían juntos. Por ello, “en las mulizas y en los huaynos, con tonalidad y cadencia tan características y propias de este pueblo”, podemos “apreciar las primeras manifestaciones literarias de Tarma, muchos de ellos autores anónimos”, según escribe Alejandro Palomino Vega.

     En el surgimiento y difusión de estos cantos populares, al parecer, tuvo mucho que ver la presencia de los inmigrantes uruguayos y argentinos. La actividad minera en Cerro de Pasco había generado, desde fines del siglo XVIII, un intenso comercio y arrieraje que abarcaba hasta la región del Plata. Con este motivo, muchos arrieros orientales se avecindaron en Cerro de Pasco y, particularmente en la villa de Tarma. Ellos, aparte de haber tenido una activa participación en los hechos políticos y militares de la independencia, ejercieron también una notable influencia en el plano cultural. Tal es el caso de los Otero (hermanos, primos y descendientes) que tuvieron una enorme figuración en la época.

     En consecuencia, a partir de los años 50 comienza a producirse una visible diferenciación entre los compositores populares de mulizas, generalmente anónimos, y los compositores mas o menos cultos, perfectamente individualizables, cuyos nombres quedaron registrados en la tradición popular.

     La muliza más antigua de autor conocido data de 1855 y pertenece a Martín Pío Otero. Se titula “Dulce sueño, ¡hay de mí!” y desarrolla el tema del sino personal:

                                                             Dulce sueño, ¡hay de mí!

                                                             ¡Que descansado es el dormir!

                                                             mejor me fuera morir

                                                             pues, desgraciado nací.

     Desde entonces, es corriente hallar mulizas de autores identificables, como Mariano Collao, Tomás Mendizábal, Santiago Rodulfo, Cárlos Legonía, Fortunato Cáceres, Gustavo Allende Llavería y José Carlos Chirif, entre otros. Y el contenido de las canciones ya no solamente se refieren al motivo del amor, al lamento del drama personal u otros ligados a las festividades carnavalescas. Con frecuencia, tocan igualmente asuntos patrióticos y cívicos. Hay mulizas que aluden, por ejemplo, a la pérdida de la capitalidad provincial de Tarma, a la guerra con Chile, a las rivalidades entre Piérola y Cáceres y a los trabajos de penetración a la selva de Chanchamayo. Estas mulizas nos parecen las más interesantes, desde una perspectiva histórica, porque reflejan la visión del entorno cultural y social de la intelectualidad naciente. Reparase en la siguiente pieza de 1881, fechada en Cerro de Pasco, en la que se ofrece una vivaz impresión de un episodio de la guerra:

                                                                Rumbo a La Oroya con premura

                                                                van los chacales del Sur,

                                                                ya volverá la ternura,

                                                                la limpidez de azur.

                                                                Son bayonetas peruanas

                                                                fuerte lanzan montoneras,

                                                                las que arrojan ufanas

                                                                de Chile la horda guerrera.

                                                                Huye con temor y duelo

                                                                dejando ruinas en pos,

                                                                mientras sobre el patrio suelo

                                                                ruge del centro la voz.

     Y en esta otra, de 1895, que testimonia el júbilo por la apertura del camino al Pichis, donde además se hace un cumplido elogio de Joaquín Capelo, su autor:

                                                                 Férreos brazos tarmeños,

                                                                 Capelo y su osadía

                                                                 han develado sueños

                                                                 que la jungla envolvía.

     Como se ha dicho durante el siglo XIX, no hubo escritores de oficio ni poetas a tiempo completo. Los autores de muliza eran generalmente miembros no disgregados de la sociedad provinciana. Un cronista de la época dice que, para la redacción de las canciones de carnaval, teníase que elegir cada año al compositor entre las personas que tuviesen disposición y facilidad para la versificación. Con tal motivo, podría llegarse a descubrir autores con verdadero genio poético.

     La costumbre de componer mulizas para las festividades carnavalescas se ha mantenido hasta los tiempos más recientes. Pero, solamente como una vertiente de la cultura, la popular. En mejores épocas, tomaron parte en su colaboración, sin embargo, poetas cultos y académicos, como José Gálvez (autor de “Aquí mecieron mi cuna” y “Eres tan linda paisana”) y escritores proletarios, como Gamaniel Blanco.

     La literatura, propiamente culta y académica, apareció a principios del siglo pasado, y esto, ocurrió en Tarma, antes que en Jauja y Huancayo. La primera promoción de poetas y escritores estuvo ligada a la figura de Adolfo Vienrich (1867-1908). En 1906 Vienrich, junto con Gustavo Allende, fundan la revista Brumas, donde se revelan los primeros estratos líricos de este movimiento. Cerca de Vienrich actúan intelectuales, de edades disímiles, integrado por Santiago Rodulfo León (1861), poeta, músico y dibujante; Fortunato Cárdenas (1888-1949), poeta y novelista; Erasmo Carpio Romero (1888-1950), maestro, escritor y folflorista; José Castillo Atencio, músico, artesano y poeta; Manuel Villaizán Clavería (1890-1931) y José Carlos Chirif (1890-1937), además del citado Gustavo Allende Llavería (1890-1931). Una de sus figuras más descollantes, aunque no radicara permanentemente en la ciudad, fue José Gálvez (1885-1957). Son los primeros autores que publican libros. Antes de ellos, no se conoce palmariamente otro grupo de significación literaria; y si hubo alguna inquietud, debió ser un ejercicio muy excepcional y aislado, como lo de aquel bardo-secretario de alcaldía que describe José Gálvez en el soneto ya aludido o el personaje excéntrico de la novela de Fortunato Cárdenas.

     Para estudiar el sentido y orientación literaria y cultural de esta primera promoción de escritores, nada mejor que elegir la obra poética de José Gálvez, por ser el escritor por excelencia y con creación plenamente lograda. José Gálvez, dicho sea de paso, nunca fue valorado en relación con el proceso de la cultura regional del centro. Nacido en Tarma en 1885, vivió solamente una parte de su infancia en su tierra natal. Pero, más tarde, tuvo una inmensa experiencia en ella, cuando, luego de retornar de España, ejerció la alcaldía de la Provincia en 1921. En ese periodo es cuando escribe el libro de poesía La paz aldeana (1921), inédito hasta 1985, y una novela corta, La boda (1922).

 

                                                                      Don José Gálvez Barrenechea
    

     José Gálvez es hoy más conocido en la capital como poeta y, sobre todo, como cronista de la vida limeña colonial y republicana, debido a sus aclamados libros Estampas limeñas, Una Lima que se va y Las calles de Lima. Pero, en la década del 20, Gálvez gozaba de mayor ascendencia en la región del centro. Las asociaciones culturales de los pueblos llevaban su nombre y era, además, el infaltable prologuista e introductor de los autores nuevos. Esto revelaría no solamente el reconocimiento a su actividad cívica y literaria sino también la evidente influencia que debió ejercer en las jóvenes vocaciones. Extraña por lo mismo que no se le haya estudiado como intérprete de la vida provinciana y regional, siendo así que José Gálvez, como Abraham Valdelomar, fue el iniciador (y, además, teorizador) de un peculiar nativismo literario. En posibilidad de una genuina literatura nacional (1915), su tesis de doctorado, enunció los postulados de esta nueva literatura, antitética de la literatura de imitación extranjera que venía practicándose hasta entonces.

     José Gálvez, como reacción a lo opinado por José de la Riva Agüero, proponía la creación de una literatura propia, diferente a la española y europea. “Ha sido casi una cuestión de buen gusto entre nosotros desdeñar lo propio”, señala, en una clara referencia al pensamiento colonial dominante. “Hagamos literatura nacional —reclama. Inspirémonos en lo propio” (Posibilidad de una genuina literatura nacional – 06/07/1915. Tesis publicada en la Revista Universitaria, año X. Vol. II, Lima, 1915).

     Gálvez, además de escritor, poeta y político; fue destacado cultivador de la muliza y amante de los corceles y admirador de los arrieros. Organizaba fastuosos carnavales con los hermanos Oscar, Carlos y Néstor Arrieta y Barinaga, terratenientes y amigos de los Gálvez desde unas centurias atrás. Leamos:

                                                                        EL CABALLO DE PASO

                                                    El chalán, que es un negro musculoso y garboso,

                                                    se sienta en la enchapada montura de cajón,

                                                    destacándose su albo pantalón, primoroso,

                                                    sobre la crespa y suave brillantez del pellón.

                                                    El potro, dócilmente, gira activo y brioso

                                                    con un juego de riendas o un golpe de talón,

                                                    y golpes los suelos con aire de matón.

                                                   Curva el crinado cuello con viril elegancia,

                                                    como si sostuviera su fuerza en su arrogancia

                                                    dócil los manejos del vivo amansador

                                                    que de gran jipijapa y poncho entre listado,

                                                    alborota la calle real, con paso golpeado

                                                    del potro que camina como un conquistador.

     Es así que la poesía de Gálvez, fue una manera de transmitir sus emociones y pensamientos, fue uno de esos grandes hombres que hicieron de un verso el mejor poema. Por ello, en el Perú, todos los 24 de setiembre se celebra el Día del poeta José Gálvez Barrenechea en honor a este gran emblema nacional. Un 08 de febrero de 1957 sus ojos se apagaron estando en el cargo de presidente del Senado de la República, y con ello terminó las amistades que poseía con Raúl Porras Barrenechea, Víctor Andrés Belaúnde, Herminio Valdizán, Constantino Carvallo, Baltazar Caravedo, José de la Riva Agüero, entre otros, y desde ese lejano tiempo fue proclamado con toda lealtad: El Poeta de la Juventud.

                                                                                 PLENITUD

                                                           Sentir que se ha cumplido con el sueño

                                                           de ser un hombre, en el concepto justo;

                                                           llevar sobre el espíritu un augusto

                                                           dolor, que purifique nuestro empeño

                                                           Tener para la Vida un don risueño,

                                                           aunque el Destino se nos muestre injusto;

                                                           para que pueda el ánimo robusto

                                                           constantemente renovar su ensueño.

                                                           No claudicar en la actitud vencida

                                                           para, en complicidades con la Suerte

                                                           grabar sobre la arena nuestro nombre.

                                                           Ser en la Vida un ejemplar de vida,

                                                           ¡Y entonces esperar que la Muerte

                                                           tenga el orgullo de vencer al hombre.

     Este es, en esencia, lo que podemos desglosar acerca de los primeros poetas de Tarma. Hoy, siglo XXI, hay ya otros poetas emitiendo sus propias características —locales, regionales o universales—, cultivando eso sí, en su mayoría, su raigambre u origen de los pueblos que los vio brotar, "inspirando en lo propio", como blandía el pensamiento Galvista.

* BAQUERIZO BALDEÓN, M. (1988). Revista Kamaq Maki N° 3, Huancayo, octubre-diciembre, 1988. p. 3-10. [Las notas y poemas finales fueron recopiladas por el autor: Lima, oct. 2015]