domingo, 29 de enero de 2017

COMUNIDADES CAMPESINAS: 91 AÑOS DESPUES


    
     El 29 de enero de 1926, concretando una posición de principio establecida en la Constitución de 1920 y explicada en las resoluciones supremas del 25 de agosto y 11 de setiembre de 1925, el líder de la Patria Nueva, Augusto B. Leguía;  autodesignado “Apu Capac” de los indígenas, firmaba la resolución de reconocimiento de cinco  comunidades campesinas:  Lorena de Huaral y San pedro de Huancayre, en el departamento de Lima, Anccaschacca y Ccoyllurpuquio en el Cusco, y San Pedro de Cajas, en el departamento de Junín.
    
    Comencemos por el principio, y en el principio fue el indigenismo. Los intelectuales relacionados con el indigenismo introdujeron el término «COMUNIDAD» como componente indisoluble y fundamental de una propuesta política. La comunidad campesina es el embrión de una nueva sociedad donde deberá reconocerse el rol fundamental de nuestra «raza de bronce», mayoría en el país.
Las ideas indigenistas impregnaron fuertemente las decisiones del leguísmo, tal como señalaba Jorge Basadre, citando para ello un discurso de Leguía de 1924, año del centenario de la Batalla de Junín y Ayacucho.
    
«Las dos terceras partes de nuestra población están constituidas por los indios. El Indio, pues, lo es todo en el Perú y, en cambio, le damos un tratamiento de siervo. Urge pues reincorporar al indio a la vida nacional»
    
     Así, con esa proclama concretaba las primeras cinco creaciones del tan mentado nombre “COMUNIDAD CAMPESINA”.  Desde entonces, y por más de 90 años, ese pacto establecido entre el Estado y las comunidades indígenas enfrentarán diversos avatares pero, en términos generales, la protección legal y la cobertura oficial, de los recursos comunales será hasta el día de hoy una constante que dividirá las opiniones entre la percepción de la CC como embrión –y por lo tanto requerida de la mayor protección legal posible-, de un lado, y en la posición opuesta,  de creciente importancia en éstos últimos años la de concebirla como un freno para el desarrollo agrario del país, al no permitir el libre juego del mercado con los recursos controlados por la institución.
   
   Desde otra perspectiva, la firma del Apu Capac aquel 29 de enero de 1926 otorgaba partida de reconocimiento a uno de los mitos sustentadores de nuestra débil identidad colectiva,  aquel de la comunidad campesina democrática, igualitaria, heredera de los incas y solidaria en su pobreza,  a la que tanto habían contribuido visiones globalizadoras como la de Mariátegui y los indigenistas.
    
     Ahora bien, ¿Qué ha pasado luego de 90 años desde su creación las Comunidades Campesinas? ¿Nos hemos imaginado a las comunidades en un mundo contemporáneo, globalizado?
    
     En el Perú hay casi 5600 comunidades campesinas, de las cuales unas se han apartado y otras trajinan aún de trecho en trecho. Unas han quedado obsoletas y relegadas y otras se han vuelto modernas, cibernéticas o tecnológicas. Unos solo están mirando sus tierras, quien lo posee…, a quien le donamos…, si son comuneros calificados…, quienes pueden usufructuar, etc., o sea han quedado a la saga; atrás, y no tienen ni nunca lo tuvieron estructuras basadas en el incario. Ignoran porqué se les llamó Comunidad Campesina. Otras Comunidades se hicieron Campesinas porque las arengas del Estado donaban “alguito”. Ignoran en lo que se refiere a propiedad y al proceso de apropiación de la tierra. Los ayllus mantenían una forma triple de manejo de las tierras: las del Estado (del Inca y del Sol), las de los señores locales (tierras del kuraka) y las que las familias usaban para su sustento.  A estos usos, se suponía que la tierra de los ayllus estaba relacionada con el lugar de origen (pacarina) de los ancestros. Con la colonia se constituyen otro uso de la propiedad: se incorporan límites fijos –y no móviles como antes- y se distingue entre tierras municipales (“de comunidad”), de repartimiento (de los grupos de indígenas) y privadas (de indios o españoles), cada una de ellas con diferente regulación.  Las tierras comunales coloniales eran de cada pueblo –y existían en pueblos de indios y en pueblos de españoles-,  y servían para el aprovechamiento colectivo,  pero nunca llegaron a ser significativas.    
    Con la república las tierras de repartimiento se vuelven “privadas” y aparece la “propiedad comunal” ahí donde la tierra pertenecía a múltiples familias. Es sobre éstas tierras que se constituyeron –durante el siglo XX- las propiedades comunales. Ésta fue, la naciente, el origen de las tierras comunales. De las cinco primeras comunidades creadas en 1926 sólo las Comunidades Campesinas  de Anccashacca y Ccoyllurpuquio en el Cusco, tenían origen y pasado basado en los ayllus; los tres restantes, hasta la actualidad ignoran que era una pacarina. Bajo estas estructuras mal formadas es la que el Apu Capac Leguía firmo la resolución del 26 de enero de 1926.  
    
     Comunidades con resiente creación, más bien, saltaron a la modernidad. La Comunidad de Chumpi en Parinacochas, es una de las 18 comunidades moderna del Perú, (según el PNUD en su capítulo de Comunidades Latinoamericas, marzo 2015). Cuando se elige a la junta directiva lo hacen electrónicamente, no es necesario viajar a la misma comunidad. No existen comuneros calificados o de segunda. Todos son comuneros, sin excepción de nada. El único requisito es ser hijo del lugar de nacimiento o casado(a) con un comunero oriundo. Todos sus anexos y caseríos son integrados en un solo Padrón General llegando en la actualidad con 19,739 Comuneros de Bien, (así se llaman todos los comuneros). Sus bienes están en la Bolsa de Valores. Son accionistas de la cervecera más grande del Perú. Sus estructuras, moderna y de estilo arquitectónico minimalista se levantan en un área de 4000 hectáreas. Hasta mediados del 2015 habían adquirido 74,380 hectáreas más de propiedades privadas, o sea; se expandieron más.

    
     ¿Qué ha pasado con la Comunidad de San Pedro de Cajas hacía el siglo XXI? No tuvimos una formación estructural incaria, razón por las cuales adolecemos de nuestra propia identidad indígena y campesina. No obstante, parece inaudito, algo insólito que, siendo descendientes, primero de los pre incas Chuyak, luego éstos sometidos al imperio Wari, y en la decadencia de éstos sojuzgados a los huancas que luego serían dominado por la administración del Cusco, (Waldemar Espinoza Soriano, UNMSM 1998) no hayamos "cuajado", sobrevivido a  la cultura y  cosmovisión incaica. 

     Las demarcaciones originales de 1626 de Qaqash, a comparación de la Comunidad de Chumpi, se fueron perdiendo hasta la actualidad. 

     En los Registros de Propiedad Inmuebles se registró la posesión de las Tierras y Pastos, en un testimonio a favor de la Comunidad de San Pedro de Cacas, en el folio 157 del tomo 33 del 14 de marzo de 1913. El Notario de Tarma don Daniel Casas eleva y ordena el 28 de noviembre de 1912 se registre en propiedades inmuebles. ¿Dónde ha quedado los linderos que nos dejó don Juán de Dios Cadarcio como  Patara, Colpaspuguyo, Atanacancha, Patacancha, Pulucancha, Orcaysuyuc, Yoracgaga, Mineral Greda, Egeggiallana, Turpupunto que quedan en colindancia con Junín y Casaracra? ¿Podemos celebrar los 91 años de Comunidad Campesina luego de haber perdido nuestras tierras y fundos originales? Muchas presidencias se han ido enriqueciendo, donando tierras o vendiéndolas. Es momento de parar todo esto, y sanear nuestras colindancias, de igual forma; denunciar en lo penal a quienes fueron culpables de este despojo que tenemos aún. Salvo mejor parecer.