lunes, 23 de junio de 2025

¿COMO SURGIERON LAS COMUNIDADES CAMPESINAS?

 

JUNTA DIRECTIVA DE LA COMUNIDAD CAMPESINA DE SAN PEDRO DE CAJAS -  TARMA - JUNIN, JUNTO A SU PARROCO Y SU PATRÓN EL APOSTOL "SAN PEDRO"

                            ENSAYOS
              Espiral 2(3): 069 – 076. http: //dx.doi.org/10.15381/espiral.v2i3.17731

                    ISSN: 2708-8464, ISSN: 2663-8134 

ORIGEN DE LAS COMUNINADES INDÍGENAS Y CAMPESINAS EN EL PERU 

José A. Gamarra Amaro

jgamarramaro@gmail.com

     ¿Qué es una comunidad campesina? Una comunidad campesina surge de tres elementos: un territorio, construido como colectivo a lo largo de la historia; una población, que se identifica como colectivo y con el territorio; y un proceso de reconocimiento, en el que este grupo es reconocido como tal por sus vecinos, por el Estado y por otros agentes. Se reconoce como comunidades campesinas especialmente a los grupos de costa y sierra, incluso algunas en ceja de selva.

     Las comunidades que hoy conocemos tienen su origen colonial. Las comunidades campesinas en Perú surgieron como una adaptación de los antiguos ayllus andinos a las nuevas estructuras sociales y políticas impuestas tras la conquista española. Originalmente, los ayllus eran la base de la organización social y económica en los Andes, con sistemas de propiedad comunal de la tierra y reciprocidad. Tras la llegada de los españoles, estos sistemas fueron transformados, pero la estructura comunal persistió y se adaptó, dando origen a las comunidades campesinas. Vamos por paso.

     Hubo dos grandes líneas de elaboración de identidades indígenas o de consistencia de pueblos indígenas. Unos son los indígenas coloniales, integrados al régimen colonial, porque eran parte del Tawantinsuyo. Otros son los indígenas que no fueron colonizados, se les llamó “sociedades de frontera” en la selva.

     Respecto a ello, hay que recordar que el término indígena se inventa en la Colonia, anterior a ello, se llamaban —ya sea conformando ayllus o naciones— chumpiwilkas, chankas, collas, huacrachucos, huamalies, atavillos, huamachucos, chinchaycochas, parinacochas, collaguas, lupacas, soras, huancas, omasuyus, etc. Los españoles en el momento de la Conquista, a estos pueblos —que eran parte del preincaico e incaico y que tenían con el imperio una relación tributaria— los llaman «indios». Se trataba de pueblos a los que el Estado inca, a cambio del tributo, les reconocía derechos sobre sus territorios que, además, no eran tierras encerradas en linderos.

     Así, se reconocían sus derechos, su autonomía, vivir, producir, su autoridad, su cacique, etc., a cambio de un tributo. Lo que hace la legislación colonial es interpretarse como una continuidad: los pueblos que tributaban al Estado inca se vuelven tributarios del Rey de España y este, a cambio, protege sus derechos sobre sus tierras.

     Les dan el nombre genérico de indios, con total ignorancia, llevándose el cuento de Colón que había llegado a la India cuando en realidad había desembarcado en América.

     Además, para que los curas no tengan que aprender 17 lenguas para adoctrinar a estos indios, porque los pueblos habían conservado sus lenguas originarias del Tawantinsuyo, se impone una lengua general: el quechua. Se quechuiza todo el territorio, con excepción de los pueblos aymara, que logran un tratamiento especial.

     El cambio más importante se produce en 1570, un momento clave, el virrey Francisco de Toledo crea lo que se llaman los pueblos de reducción. Los indígenas habían estado muriendo: hay una mortandad espantosa, se mueren casi el 90% de la población, sobre todo la de la costa –lo cual explica por qué hay menos comunidades en la costa–, y entonces lo que hace el virrey Toledo es reunir, o «reducir», a los indígenas que estaban dispersos por la mortandad en pueblos y le llama «pueblos de reducción».

     La legislación establece que a esos pueblos de reducción se les dé el área que necesitan para producir, el área de reserva comunal para su crecimiento demográfico (así lo establecen las normas) y el área para producir para su tributo, a la vez, tributar al rey. De este modo, se produce esta comunidad de indígenas con un territorio delimitado —con fronteras—, reconocido y protegido por el Estado, con sus propias autoridades, costumbres, prácticas tecnológicas, etc., había límites como hoy conocemos a las comunidades. Son estos sobrevivientes de los ayllus antiguos que se juntan y producen un pueblo con sus propias normas, que reproducen sus tradiciones, sus usos y costumbres.

     Esta estructura luego sufrirá modificaciones en la República, pero no al inicio exactamente, como las tierras de las comunidades habían estado protegidas por la Corona y los indios pagaban un tributo, se aplazó los cambios. Al comienzo de la República, Bolívar que tiene el proyecto de establecer una ciudadanía única en la que no haya diferencias, no haya «indígenas» con un estatus diferente, sino peruanos, todos con igualdad, elimina el tributo (la contribución de indígenas). Sin embargo, esa contribución significaba alrededor del 80% de los ingresos con los que el Estado pagaba sus cuentas. En cuanto Bolívar sale del Perú, este tributo se reimpone. Cuando esto ocurre, se reimpone también la protección a las tierras comunales, es decir, todo el régimen colonial referido a los indígenas. Esto continúa hasta 1851, en que el presidente Castilla —cuando el Estado peruano está lleno de plata por la explotación del guano de las islas— dice: «Bueno, ya basta: ni esclavitud ni tributo indígena; acabemos con la continuidad colonial», y elimina el tributo. En ese momento, las tierras comunales dejan de estar protegidas y los indígenas pasan por un proceso muy complejo, en el cual empiezan a ser presionados para la venta —más o menos, voluntaria; más o menos, violenta— de sus tierras, comienza la expansión de las haciendas, aunque esto no es tan rápido al inicio.

     En las primeras décadas, hasta la década de 1870, los indígenas son más bien objeto de «abuso» —como ellos reclaman— por parte de las autoridades y de los poderes locales, por obligaciones de trabajo gratuito, cobros excesivos de otros impuestos (predial, por ejemplo) o «contribuciones personales», «aportes voluntarios» (nada voluntarios, por supuesto).

     Cuando termina la Guerra del Pacífico, empieza un periodo en el que se consolida un pacto entre los terratenientes tradicionales de la sierra y la gran agroexportación de la costa; es lo que se conoce como la República Aristocrática. En ese proceso, los indígenas dejan de ser objeto de abuso y conflicto de pequeños funcionarios, y sus tierras empiezan a ser absorbidas casi íntegramente por las haciendas. Entonces, las haciendas que se habían formado durante la Colonia en el piso de un valle o cerca de una ruta comercial —y que no eran tan grandes—, empiezan a subir hacia los Andes donde estaban las comunidades indígenas y se las tragan íntegras, o casi íntegras. Muchas se llaman «comunidades cautivas». ¿Por qué? Porque al eliminarse el tributo, se elimina la razón por la cual los indígenas de comunidad tenían que salir de su comunidad para vender su fuerza de trabajo (en las haciendas, las minas o los obrajes) y conseguir el dinero para pagar su tributo. Cuando este se elimina, ellos, que habían mantenido sus tierras, ya no tienen la necesidad de trabajar para otros. Es decir, cuando está en juego el tema de las tierras y los tributos, también está en juego el trabajo indígena —la mano de obra más importante en la sierra; la que sostenía esa economía—. Una vez que deja de haber contribución, deja de haber protección.

     La forma como los hacendados resuelven los problemas de escasez de mano de obra es incorporando en sus haciendas a las comunidades enteras (la tierra y los trabajadores), todas las tierras o parte importante de ellas, reduciendo de esa manera el área de subsistencia. A cambio de las tierras que necesitan —que fueron suyas, pero terminaron absorbidas por la hacienda— los indígenas entregan una renta en trabajo; es decir, trabajan ahora para el patrón: trabajan para este y/o entregan productos.

     En la primera década del siglo XX, estas comunidades que estaban sufriendo este asedio de las haciendas protagonizan una serie de levantamientos en defensa de sus tierras. Las luchas por la tierra empiezan en ese momento; antes, el tema era el abuso del gamonal, el impuesto, etc.; después de ello, empiezan propiamente las luchas por tierras.

     En ese momento llega al poder Augusto B. Leguía con un programa de reformas modernizantes. Para él, creo —casi como para Velasco—, la personificación del atraso del país, de lo que trababa el desarrollo de los mercados, no eran los indios (como ahora algunos piensan), sino los gamonales, los terratenientes, porque al mantener esas relaciones de renta, sacaban a la gente del mercado. De ese modo, impedían el desarrollo del capitalismo, de los mercados, de la producción, de la inversión; eran rentistas. Pero Leguía —claro— no era Velasco: no iba a hacer una reforma agraria. ¿Qué hizo?

     El presidente Leguía empezó el Oncenio denominando a su gobierno la “Patria Nueva” mostrándose como un líder carismático que entendía las necesidades de la población y alegaba que busca soluciones pragmáticas alejándose de la tradicional forma de hacer política, rasgos característicos de los políticos de aquella época, quienes se enfrentaban en discusiones y represalias contra sus opositores, antes de buscar el bienestar general de la Nación. Leguía propugnaba un programa de concordia y perdón, y hacer un gobierno no de partido, sino nacional, al que tendrían acceso todos los hombres capaces sin distinción de credo alguno.

     Ahora bien, como ya señalamos, la opresión por la que atravesaron los pueblos indígenas durante el periodo Colonial no cambio en nada con la independencia del Perú. El olvido y falta de atención a la población nativa por parte de los gobernantes de turnos, inspiró el nacimiento del indigenismo, como un movimiento intelectual y cultural que se reflejó en el ámbito político. Así, el indigenismo, que pretendía a portar soluciones a la problemática indígena fue captado y adoptado por Augusto B. Leguía, en su programa político la “Patria Nueva” mediante un discurso de reivindicación y reconocimiento de los derechos, derechos que, hasta aquella época, les habían sido negados a los indígenas del país.

     En tal sentido, entre las principales medidas que adopto Leguía en el marco de su política de reivindicación indígena, fue otorgar el reconocimiento jurídico, a las comunidades indígenas, en la Constitución Política de 1920. Así tenemos que en los artículos 41° y 58° de la referida Constitución se prescribía, lo siguiente:

Art. 41º.- Los bienes de propiedad del Estado, de instituciones públicas y de las comunidades de indígenas son imprescriptibles y sólo podrán transferirse mediante título público, en los casos y en la forma que establezca la ley.

Art. 58º.- El Estado protegerá a la raza indígena y dictará leyes especiales para su desarrollo y cultura en armonía con sus necesidades. La Nación reconoce la existencia legal de las comunidades de indígenas y la ley declarará los derechos que les correspondan.

     Además, con la finalidad de atender y tramitar los reclamos presentados por la población indígena ante una instancia pública, mediante Resolución Suprema Nº 024, emitida el 12 de septiembre de 1921, Leguía crea la Sección de Asuntos Indígenas, adscrita al Ministerio de Fomento. A esta dependencia pública a partir de 1923 se le asigno un presupuesto propio. Seguidamente mediante Resolución Suprema Nº 065, emitida el 16 de diciembre de 1921, se nombra jefe de dicha Sección de Asuntos Indígenas, al señor Hildebrando Castro Pozo, un destacado intelectual, miembro del movimiento indigenista.

     Más adelante, el 21 de mayo de 1922, mediante Decreto Supremo Nº 046 se creó el Patronato de la Raza Indígena, en cuyo contenido podemos leer lo siguiente:

Articulo 1.- Créese el Patronato de la Raza Indígena, cuyo objeto será organizar en todos los lugares de la república, donde sea necesario la protección y la defensa de ella; así como estimular por los medios más adecuados su desenvolvimiento cultural y económico.

     Sucesivamente se nombraron comisiones para investigar las revueltas campesinas y los problemas sociales, surgidos por el abuso de los terratenientes, que provocaron muchos levantamientos en el campo, tal es el caso de la Resolución Suprema Nº 038, emitida el 25 de marzo de 1922, donde se comisiono el Ing. José Fluchert, para efectuar el deslindé de tierras entre la hacienda Parco y las comunidades campesinas de Pihuas, Retama, Pacchas y Callhuas, del distrito de Huánuco. En esa fecha, Huánuco aun no era departamento.

     El discurso político sobre la problemática indígena, por parte de Leguía en el Oncenio, tuvo un matiz paternalista y populista con lo cual atrajo las simpatías de la población indígena y de los intelectuales indigenistas.

     Como vemos, las ideas indigenistas impregnaron fuertemente las decisiones del leguísmo, tal como señala Basadre, citando para ello un discurso de Leguía de 1924, año del centenario de la Batalla de Ayacucho:

“Las dos terceras partes de nuestra población está constituida por los indios. El indio, pues, lo es todo en el Perú y, en cambio, le damos un tratamiento de siervo. Urge pues reincorporar al indio a la vida nacional”.

     El 29 de enero de 1926, concretando una posición de principio establecida en la Constitución de 1920 y explicadas en las resoluciones supremas del 25 de agosto y 11 de setiembre de 1925, el líder de la Patria Nueva, autodesignado «Apu Capac» de los indígenas, firmaba la resolución de reconocimiento de las comunidades campesinas de La Lomera de Huaral y San Pedro de Huancayre, en el departamento de Lima, Anccaschacca y Ccoyllurpuquio; en Cusco, y San Pedro de Cajas, en Junín. ¿Cuántas de estas cuatro comunidades cumplían o venían a cabalidad, con manejo de sus tierras por procesos hereditarios de ayllus? Solo dos, porque las propiedades comunales se “tenían” que hacer, sobre las propiedades ancestrales de los ayllus.

     Porque, en lo que se refiere a la propiedad y al proceso de apropiación de la tierra, los ayllus mantenían una forma triple de manejo de las tierras: las del Estado (del Inca y del Sol), las de los señores locales (tierras del Kuraka) y las que las familias usaban para su sustento. A estos usos, se suponía que las tierras de los ayllus estaban relacionadas con el lugar de origen (pacarina) de los ancestros. Con la Colonia se constituye otros usos de la propiedad: se incorporan límites fijos —y no móviles como antes— y se distingue entre tierras municipales (“de comunidad”), de repartimiento (de los grupos de indígenas) y privadas (de indios o españoles), cada uno de ellos con diferente regulación. Las tierras comunales coloniales eran de cada pueblo —y existían en pueblos de indios y pueblos de españoles— y servían para el aprovechamiento colectivo, pero nunca llegaron a ser significativas. Con la República las tierras de repartimiento se vuelven “privadas” y aparece la “propiedad comunal” ahí donde la tierra pertenecía a múltiples familias. Es sobre estas tierras que se constituirán mas tarde —durante el siglo XX— las propiedades comunales, en otras palabras, las comunidades campesinas.

     Resumiendo, Leguía lo que hace debido a las movilizaciones de los indígenas —y ante la evidencia de que el régimen vigente en la sierra era una traba al desarrollo de las grandes empresas, de las grandes industrias, del mercado—, es darles a las comunidades reconocimiento legal. En otras palabras, estas comunidades de indígenas —que habían sido reconcentradas en la época de Toledo, que habían sido mantenidas en registros y padrones durante todo el periodo tributario republicano— son nuevamente reconocidas por el Estado peruano. Entonces, se abre un registro de comunidades de indígenas, ósea el primer listado de comunidades de indígenas. Y esto es muy importante, porque entonces lo que se norma es el reconocimiento legal de las comunidades indígenas y ello se inscribe en la Constitución de 1920 —lo que se mantiene hasta la vigencia de la Constitución de 1979— que declara la inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad de las tierras comunales.

     Nuevamente reaparece una situación de protección. En ese momento, las comunidades son mucho más reducidas que las toledanas; han perdido muchas tierras, pero lo que queda —estos núcleos de vida de pequeños pueblos indígenas— termina siendo reconocido y protegido constitucionalmente por el Estado. Esto detiene el avance de latifundios, y abre a las comunidades un camino legal, no conflictivo, ya no de levantamientos: un camino legal para empezar a recuperar las tierras que el periodo de la expansión de la hacienda les había quitado. Poco a poco, se inscriben muchas comunidades.

     Cuando Leguía las reconoce, empieza —digamos— un camino largo de gestiones y trámites; se inventa un cargo que no existía: el «personero de la comunidad», alguien que por lo general habla castellano o que escribe, que está a cargo de seguir este camino de búsqueda de justicia hacia el Estado. Las comunidades empiezan a buscar al Estado (al Estado central), ir a negociar con este: que las reconozca, que les reconozca las tierras en un tribunal, que les proporcione una escuela; luchan, solicitan, negocian la apertura de escuelas, por ejemplo.

     Desde que se reconocen las comunidades y, por lo tanto, se abre una vía de diálogo (porque, mientras no se las reconoce y simplemente se las asedia, el único camino es el conflicto), empieza un periodo de paz bastante largo. Este se extiende hasta mediados de los años cincuenta, periodo en el que empiezan nuevamente movimientos campesinos. Estos, más bien, responden a un crecimiento de la demanda y buscan terminar definitivamente con la entrega de productos o el trabajo gratuito (la vía judicial andaba lenta). Entonces, empiezan los movimientos campesinos modernos, hasta los movimientos de 1963, que son notables e interesantes. Pero estas luchas y movilizaciones campesinas sucedieron desde la Conquista en el siglo XVI, siendo las resistencias de Vilcabamba y Taqui Ongoy, ejemplos conocidos. Asimismo, durante los siglos de colonialismo español también aparecen en las fuentes movimientos de rebelión del campesinado, sector social que se correspondía con los indígenas, o pueblos de indios. El caso más conocido de rebelión dentro del orden colonial fue el de Túpac Amaru, continuada luego por su primo Túpac Catari, a fines del siglo XVIII. Entrado el siglo XX ya es posible identificar “nuevos movimientos campesinos” que se desencadenaron como respuesta frente a la expansión del capitalismo agrario y del sistema de haciendas.

      El 16 de noviembre de 1962 se promulga el Decreto Ley N.º 14238 que establece las Bases para la reforma agraria que persigue los siguientes objetivos en su numeral 2: a) Establecer una auténtica justicia social agraria; b) Dotar progresivamente de tierras y de medios de producción a la clase campesina; c) Elevar el nivel de vida del campesinado; y d) Elevar el nivel alimenticio nacional. Al año siguiente, el 28 de marzo de 1963, la misma Junta de Gobierno presidida por el general Nicolás Lindley, una vez destituido el general Pérez Godoy, promulga el Decreto Ley N.° 14444 que declara a los valles de La Convención y Lares en el departamento de Cusco como la zona inicial de aplicación de la reforma agraria. Sin embargo, esta medida era contraria a los movimientos campesinos y sindicales bajo el liderazgo de Hugo Blanco. Estas medidas no generaron mayores implicancias en la concentración de la propiedad latifundista a nivel nacional. De vuelta la democracia, bajo la presidencia de Fernando Belaunde Terry, el 21 de mayo de 1964 se promulga la Ley N.º 15037, Ley de Reforma Agraria, que distingue entre las tierras de la costa, sierra y la selva, señalando en este último caso que se procederá a reservar la zona para su colonización en tanto no estén explotadas u ocupadas (Artículo 88 de la referida ley). Juntamente con las normas anteriores, estas leyes no generarían mayores cambios en la concentración de tierras en el país. De hecho, la ejecución de las disposiciones legales fue resistidas e incumplidas por los latifundistas. En otras palabras, la normativa otorgada en pro de la reforma agraria hasta 1964 fue “letra muerta”.

     Las cosas cambiarían drásticamente con el golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado, el 3 de octubre de 1968, y se expropiarían las tierras de la Cerro de Pasco Cooper Corporation y la International Petroleum Company. En ese mismo sentido, el 24 de junio de 1969, el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas promulgó el Decreto Ley N.º 17716, bajo el lema “la tierra es para quien la trabaja”. Así, para 1979, último año el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas se había expropiado el 99,4% de fundos estimados y el 95,2% de hectáreas como meta a expropiar.

     Es importante señalar que la nueva Ley de Reforma Agraria incluye un artículo, el 115, respecto en la denominación jurídica de las comunidades consideradas «indígenas» que partir de ese momento en adelante pasaría a denominarse «campesinas». Este cambio sería histórico, tanto como el cambio de denominación jurídica de indios a peruanos que el libertador don José de San Martín estableció durante su Protectorado. A su vez, se cambiaría la denominación de «Día del indio» a la de «Día del campesino». No obstante, este cambio de denominación nos permite apreciar a luces una concepción que relaciona a lo indígena con cualquier persona cuya ocupación sea el trabajo del campo o se asocie al área rural.

     Con el antecedente legal del Decreto Ley N.º 21156, de fecha 27 de mayo de 1975, se reconoce al quechua como lengua oficial de la República obteniendo el mismo status jurídico que la lengua castellana. El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas consideró como un deber mejorar la condición de los considerados esencialmente quechua-hablantes y campesinos. Esta declaratoria de oficialidad del quechua en el ámbito estatal sería, en efecto, una medida revolucionaria y el punto de partida para el reconocimiento y declaratoria de oficialidad de las lenguas originarias de nuestro país. No habría vuelta atrás. Por fin, luego de casi 500 años se equiparaba jurídicamente a una lengua originaria al mismo nivel que el castellano y la comprensión jurídica de la lengua se desprendía teóricamente de la cultura y las costumbres. Por lo tanto, con este reconocimiento histórico, se podría decir que nace la positivización de los derechos lingüísticos y el punto de partida para su estudio en un ámbito nacional. Es decir, simbólicamente se daba voz jurídica a los considerados indios, pues una de sus principales características era hablar quechua. Por fin se le daba una agencia efectiva a este grupo humano.

     Juan Velasco Alvarado sería derrocado por su segundo al mando, Morales Bermúdez. La reforma agraria no obtendría los resultados esperados por la gran mayoría de campesinos, su situación no mejoraría sustancialmente y en algunos casos se agudizaría, la economía decaería y los movimientos campesinos ya no tendrían el empuje de antaño. A finales de la década de los setenta se promulgaría una nueva Constitución, la de 1979 y en el escenario histórico irrumpiría el fenómeno del terrorismo, causante de numerosas masacres contra las poblaciones quechua-hablantes, campesinos o indígenas.

CONCLUSIONES A MODO DE REFLEXIÓN

     La República no construye formalmente una institución jurídica como si lo hace con “las comunidades indígenas” recién en el Siglo XX. La categoría del “indio” representa un problema para el ideal de Estado-Nación criollo y su sistema jurídico. Las personas consideradas indígenas son desconocidas e invisibilizadas en el debate público. Son las élites militares y políticas quienes, depende de las circunstancias, impulsan la institucionalización de las categorías jurídicas que se construyen y proponen desde algunos ámbitos académicos. La historia nos posibilita no sólo conocer la legislación sobre el “indio” y sus temas “indígenas” sino también los debates académicos y, sobre todo, políticos. Finalmente, podemos ensayar las siguientes conclusiones puntuales:

● La categoría jurídica del “indio” se construye sin la participación del “indio”.

● Históricamente, las élites políticas con tendencias al populismo han logrados cambios en el discurso sobre asuntos indígenas. Sin embargo, estos cambios no han tenido mayor éxito en el ámbito fáctico

● Los discursos sobre lo “indio”, “incivilizado”, “salvaje”, “campesino”, “comunero” son exógenos a la realidad de las personas y sus comunidades, cuyas características deben dotarse de contenido jurídico para ingresar al ámbito de la protección estatal y el ejercicio de derechos.

     Por otro lado, es preocupante que las comunidades campesinas han pasado a ocupar un plano bastante secundario en las preocupaciones de las ciencias sociales, y que, mas bien son estudiantes y profesionales extranjeros las que más se interesan en ellas.

     Lo anterior no significa que el mito de la comunidad campesina, que reemplazó al mito del indígena en nuestro imaginario colectivo, no sigue en realidad parcialmente vigente, sobre todo en los ensayos y en las propuestas de algunos partidos políticos.

     Desde hace mucho tiempo —exactamente desde 1990— es inconcebible que, en los discursos políticos de cualquier partido político, no incluyesen a las comunidades campesinas como una institución básicas en las propuestas. Sin embargo, el Perú profundo a cambiado, pero es ignorada las propuestas para las comunidades campesinas.

¿Será un fin de un pacto entre Estado y comunidad campesina?

     El último discurso que escuchamos de un político y remitirse a las comunidades campesinas es de Alan García Pérez, en un discurso del Rimanacuy en Puno en 1986, decir que las comunidades campesinas eran “los verdaderos dueños del Perú milenario”, decir que “…por eso compañeros, es que venimos también a reflexionar sobre lo que significa la comunidad campesina, con su solidaridad, con su fraternidad, con su trabajo colectivo. En nuestra patria la comunidad sigue en pie, la comunidad dura porque es mas autentico que tiene el Perú. Entonces el Estado peruano, si quiere volver a lo profundo y a lo real, tiene que identificarse con las comunidades. Lo más permanente se nuestra raza es la comunidad campesina”.

     Cosa tan rara e insólita, en la campaña para las elecciones generales de 1990, el candidato de entonces a senador, Miguel Vega Alvear del Movimiento Libertad (“el partido de los ricos”), propuso modernizar la Ley N° 24656 (Ley General de Comunidades Campesinas). Ya senador de la República, su propuesta estaba en camino, se orientó en darle un enfoque mucho más moderno y visionando e imaginando a las comunidades campesinas en un mundo más contemporáneo, pero la disolución del Congreso en abril de 1992, se trajo abajo dicho proyecto. Con esto, hasta el día y año de hoy, silencio. No se escucha Padre. I dixisse.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Citar como:

Gamarra A, J (2018). Origen de las comunidades indígenas y campesinas en el Perú. Espiral, revista de ciencias sociales. Fondo Editorial UNMSM -2018. 

 

© Los autores. Esta revista es publicada por Espiral, revista de ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons AStribucion – No comercia_Compartir Igual 4.0 Internacional. (http:/creativecommons. Org/license/by-nc-sa/4.0/) que permite el uso no comercial, distribución y reproducción en cualquier medio, siempre que la obra original sea debidamente citada.

 


jueves, 22 de mayo de 2025

¿PORQUÉ EL NOMBRE DE LEÓN XIV?

 

¿PORQUÉ EL NOMBRE DE LEÓN XIV?

POR: JOSE A. GAMARRA AMARO

El papa León XIV que fue elegido el 8 de mayo, en el primer encuentro que tuvo con los cardenales miembros del Colegio cardenalicio el día 10 —dos días después—, cuando los recibió en audiencia, les explicó del por qué había tomado el nombre de León XIV. Como antesala señaló y recordó que uno de los motivos principales era la encíclica Rerum Novarum publicada el 15 de mayo 1891 por León XIII,

El papa León XIII fue el 256° papa de la Iglesia Católica, y gobernó desde 1878 hasta 1903. Su nombre de bautismo era Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci, su pontificado fue de veinticinco años de duración.

Nacido en Carpineto Romano, cerca de Roma, fue el sexto de los siete hijos del conde Ludovico Pecci y su esposa Anna Prosperi Buzzi. Sus hermanos fueron Giuseppe y Giovanni Battista Pecci. Su familia pertenecía a la pequeña nobleza rural, perteneciendo su madre a la Orden Tercera de San Francisco de Asís, orden en la que él acabaría ingresando en 1872, después de haber sido obispo y cardenal.

Rerum novarum (del latín: «De las cosas nuevas» o «De los cambios políticos») es la trigésima octava encíclica del papa León XIII y la primera encíclica social de la Iglesia católica. Fue publicada por el papa el viernes 15 de mayo de 1891 con el título de Conditione Opificum («Sobre la situación de los obreros»), aunque se la denomina por sus dos primeras palabras. Fue una carta abierta dirigida a todos los obispos y catedráticos, que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además, discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría distributismo.

Aun cuando se ha debatido sobre sus posiciones o declaraciones particulares de León XIII, es claro que este trabajo fue notable como resumen de muchos asuntos planteados por la Revolución Industrial, por el creciente movimiento obrero y las sociedades democráticas modernas. Con esta encíclica la Iglesia pretendió, entre otras cosas, paralizar la «descristianización» de las masas trabajadoras, en un período en el cual la credibilidad de la Iglesia se veía disminuida debido a que los sectores populares de la cristiandad e incluso del clero, se inclinaban por las ideas revolucionarias o que las soluciones vendrían de las acciones conjuntas de la Iglesia, del estado, el patrón y los trabajadores, pues, la teoría que proponía Karl Marx —una teoría crítica de la sociedad capitalista y una visión alternativa de la historia—, poco a poco estaba ingresando a la sociedad y carcomiéndola.  Si la propuesta central de Marx fue el materialismo histórico, que postula que la historia humana es una historia de luchas de clases, y que la sociedad capitalista está destinada a ser reemplazada por una sociedad comunista, ésta, marcó los principios para buscar la justicia social en la economía y la industria mediante la encíclica.

No obstante, también se acepta generalmente que la encíclica Rerum Novarum es la carta de fundación de la democracia cristiana y una pieza clave de la doctrina social de la Iglesia.

La condición de terciario franciscano de León XIII fue fundamental de cara a la filosofía franciscana de la encíclica.

El papa León XIII señalaba que los orígenes y características de la crisis social que atravesaba Europa era debido a las causas de abandono de la fe:

“Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores”. Encíclica Rerum Novarum, núm.1891.

Y frente a la defensa de propiedad de ideas socialistas la Iglesia señaló:

“Para remedio de este mal, los socialistas, después de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla con la colectiva, en que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservación y distribución los que rigen el Municipio o tienen el gobierno general del Estado.

Con este pasar los bienes de las manos de los particulares a las de la comunidad, y repartir luego esos mismos bienes y sus utilidades con igualdad perfecta entre los ciudadanos, creen que podrán curar la enfermedad presente, Pero tan lejos está este procedimiento suyo de poder dirimir la cuestión, que antes perjudica a los obreros mismos; y es, además, grandemente injusto, porque hace fuerza a los que legítimamente poseen, pervierte los deberes del Estado e introduce una completa confusión entre los ciudadanos”. Op. cit.

Y frente a la Defensa de la propiedad privada:

“Por ser el hombre el único animal dotado de inteligencia, hay que concederle necesariamente la facultad, no sólo de usar las cosas presentes, como los demás animales, sino de poseerlas también con derecho estable y perpetuo”. Op. Cit.

Sostenía que la propiedad privada era un «derecho natural», dentro de los límites de la justicia, haciendo referencia al iusnaturalismo (El derecho natural es una doctrina ética y jurídica que postula la existencia de derechos fundamentados o determinados en la naturaleza humana. Propugna la existencia de un conjunto de derechos universales —anteriores, superiores e independientes al derecho escrito, al derecho positivo y al derecho consuetudinario—, que llega a dar el fundamento a la obligatoriedad de la norma y la legitimidad del poder. Se denomina iusnaturalismo al conjunto de pensadores o de escuelas de pensamiento que se inspiran en el derecho natural) que se halla en la misma ley natural el fundamento y razón de la división de bienes y de la propiedad privada

En la Justicia social la encíclica también condenó la pobreza y degradación de muchos trabajadores, argumentando que la deshumanización del trabajador y una paga injusta eran contrarios a la fe católica:

“No sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”. Op. Cit.

Recordó a los ricos y patrones que:

“No deben considerar al obrero como un esclavo; que deben respetar la dignidad de la persona y la nobleza que a esa persona agrega el carácter cristiano”. Op. Cit.

Afirmó que cada trabajador debe recibir un salario que le permita subsistir y tener una vida razonablemente cómoda y que, si aceptaba malas condiciones laborales debido a la necesidad o al temor, el trabajador era una víctima de la injusticia.

Partiendo de la competencia del magisterio de la Iglesia en cuestiones sociales manifestó la necesidad de adoptar medidas en favor de los obreros, con la consiguiente intervención del Estado (normas de higiene y seguridad en el trabajo, tutela del descanso dominical, limitación de horarios y jornadas laborales, etc.).

En cuanto al Sindicalismo, fue un elemento indispensable para el fomento de las mejoras en las condiciones de los obreros, la constitución y fomento de asociaciones obreras católicas (junto a las ya existentes por aquella fecha). Esta encíclica constituye, pues, un importante estímulo para el incipiente catolicismo social.

Recomendó a los católicos, si lo deseaban, organizar partidos laboristas propios y uniones de trabajadores bajo principios católicos:

“Esta solución habrán de darla los obreros cristianos, si, agrupados en asociaciones y valiéndose de consejeros prudentes, vuelven a entrar por el camino que, con gran provecho, particular y público, siguieron antiguamente sus antepasados”. Op. Cit.

Se marcan los deberes de los obreros:

“Poner íntegra y fielmente el trabajo que libre y equitativamente se ha contratado; no perjudicar de modo alguno al capital, ni hacer violencia personal contra sus amos; al tratar de defender sus propios derechos, abstenerse de la fuerza y no armar sediciones, ni asociarse con hombres malvados y pérfidos que falsamente les hagan concebir desmedidas esperanzas”. Op.cit.

A final, fue esta encíclica la que respondió a esa primera gran Revolución Industrial que el 15 de mayo último cumplió 132 años.

Robert Francis Presvot dio una sorpresa cuando antes de jurar escogió llamarse León y consecutivamente XIV. León XIV se dio cuenta de que el mundo del trabajo está siendo transformada velocísimamente a través de una nueva Revolución que provienen de las nuevas tecnologías, de la convergencia de las tecnologías y particularmente el arribo de la inteligencia artificial.

Imaginémonos por un momento que estamos a finales del siglo XIX, los socialismos de distinto tipo están marcando el escenario europeo. Algunos son de tipo utópico, algunos son más teóricos, algunos son de fuerte movilización social, y por supuesto, el socialismo marxista también está haciendo su debut. Hay que recordar que el capital de Carlos Marx fue publicado en 1883, en otras palabras, es el escenario fuerte de convulsión social. Y en donde, por así decirlo, el capitalismo, en su primera fase, en su primera etapa, está haciendo un conjunto de promesas de desarrollo, y se comienza a ver que no cumple las expectativas de la clases obreras que aparentemente debían ser las primeras favorecidas y no están siendo fomentadas. Por el arribo de los primeros socialismos y particularmente del marxista, las clases trabajadores se sienten defraudadas al ver que sus derechos no logran encontrar una respuesta. En esa fase la encíclica de León XIII jugó un rol trascendental e importante, en ese momento preciso y claro aparece el papa León XIII con su encíclica que toca las mismas cuestiones centrales que estaban siendo tocadas por los socialismos de aquel entonces, pero, con la diferencia de que hay un andamiaje, una antropología totalmente distinta para iluminar la cuestión obrera, y el papa León XIII advierte de los riesgos de algunas ideologías, pero promueve fuertemente que los cristianos tienen que aprender a reconocer que el trabajo es una gran oportunidad que nos da Dios para dignificarnos, para proveer de los insumos más elementales a nuestra familia que la de Revolución Industrial, justamente está trayendo un nuevo escenario para vivir relaciones de justicia, pero que se requieren complementos éticos, jurídicos y hasta políticos para que los trabajadores no sean víctimas de un sistema que los explote. Y ahí es donde  León XIII introduce, entre otras cosas, la importancia de que los trabajadores se organicen creando sindicatos para defender sus derechos y esto tendrá un impacto en una gran cantidad de legislaciones tanto europeas como americanas, ejemplo, en la constitución peruana de 1979, en el título I, capítulo II, más específicamente en el artículo 22 toman de base del Rerum Novarum para formular que «el trabajo es un deber y un derecho. Es base del bienestar social y un medio de realización de la persona», a tal punto de que en los pontificados después de León XIII, casi todos los papas como Pío XI, San Juan XXIII, Pablo VII, Juan Pablo II, han dedicado una encíclica para poder conmemorar un aniversario y hacer el 40, el 80, el 100 aniversario de esta encíclica. Con esto, renovaron el impacto que tuvo no solamente dentro de la iglesia, sino fuera de la iglesia y, sobre todo, introdujeron el inicio de la doctrina social de la Iglesia en tiempos modernos.

¿Cómo fue el impacto de esta encíclica en nuestro continente, sobre todo en América Latina entre 1890 o 91 o inicio de 1900? ¿Cómo fue recibida por la iglesia de esta parte, pero también por la clase obrera Social de la América Latina de inicios de 1900? La recepción de la encíclica no fue homogénea y hubo episcopados que la leyeron con mayor atención y la acogieron porque era la palabra del Papa. También hubo episcopados que se mantuvieron un poco distantes, como no entendiendo muy bien por qué el Papa hablaba de este tipo de temas, uno de los casos fue el mexicano, en donde el episcopado no acogió con particular entusiasmo, y esto; lógicamente, impactó enormemente en toda América Latina. El Rerum Novarum impactó en lo que los historiadores llaman el bajo clero, es decir; en los párrocos, los vicarios, los sacerdotes comunes y corrientes que trabajaban con el mundo campesino o andino, no precisamente obrero, por supuesto, también en las ciudades con algún tipo de mundo obrero. Ahí fue muy bien recibida y muchos de los sindicatos que nacen en América Latina lo hacen desde la experiencia de los obreros asistiendo a las parroquias o yendo por primera vez a la invitación de los señores curas e escuchando de ellos a que “los trabajadores se organizarán y defendieran algo muy extraño: sus derechos como trabajadores”. Pero… la palabra derechos no estaba muy popularizada en los lenguajes de la iglesia. Cuando apareció los interpretaban como derechos individuales y, sin embargo, de repente aparece un discurso católico sobre lo que hoy llamamos derechos sociales, y esto fue una muy buena noticia para nuestras comunidades, muchas veces empobrecidas que encontraron en la voz y en el brazo de la Iglesia, sobre todo a veces de los párrocos más sencillos la solidaridad que buscaban.

Pero estamos en el siglo XXI, miremos hacia adelante, hay un desafío para la iglesia, el papa León XIV en su discurso del 10 de mayo dice: “hoy la Iglesia ofrece a todo su patrimonio de doctrina social para responder a otra Revolución Industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y del trabajo”.

¿A qué se está refiriendo León XIV con desafío? Algunos expertos hablan de que estamos en la cuarta Revolución Industrial. ¿Esto qué significa? Que, por supuesto, reconocemos que el mundo del trabajo durante siglos, milenios estuvo centrada en la interacción entre el hombre y la tierra, el trabajo agrícola era muy evidente, en donde el ser humano con sus manos interactuaba con la tierra, con las semillas y esperaba a que la tierra diera frutos y cuidaba de sus frutos, y era guiada por las cosmovisión. Sin embargo, en siglo XVIII, con la invención de la máquina de vapor por James Watt comienza a aparecer un nuevo factor: la máquina que es la industria, que es el trabajo maquinizada que cambió las relaciones laborales de manera muy importante.

Hacia finales del siglo XX la sociedad se estaba centrando ya no solamente en las máquinas, sino en el conocimiento. ¿Y cuántos de nosotros no oímos que había una especie de nueva Revolución con la invención de los ordenadores en torno al conocimiento? Hoy no solamente estábamos en medio de un mundo en donde la información y el conocimiento son muy importantes, sino en un mundo donde existe la posibilidad de que algunos algoritmos puedan hasta auto programarse y tengan un cierto tipo de aprendizaje que puedan responder a las necesidades de información simulando una interacción que a muchos nos parece casi humana. Justamente este tipo de tecnologías están planteando una novedad, una nueva Revolución Industrial en donde la inteligencia artificial (IA) juega un papel muy importante. Ya el Papa Francisco dijo: “esta inteligencia artificial no es verdadera inteligencia”. El ser humano siempre es más que una cierta capacidad de búsquedas de informaciones y de datos, pero esta IA, sí puede generar una novedad, nuevas inequidades al generar desplazamientos de fuerza laboral por el arribo de una capacidad increíblemente eficiente y rápida de resolver cierto tipo de problemas que anteriormente eran resueltos por seres humanos reales. Ante este desafío es necesario repensar los derechos sociales y la importancia del trabajo y redescubrir qué significa auténticamente ser humano cuando tal vez por un juego de lenguaje, a muchos se nos hace creer que la IA pudiera ser una especie de modalidad a la par de las expresiones más altas y elevadas de la experiencia humana a través de la inteligencia o de la voluntad, cosa que no es así.

Muchos en estos meses, días, nuestros propios alumnos nos han estado preguntando y enviando algunos mensajes revelándolos y anunciando: “eh, profesor, pero si la inteligencia artificial nos ayuda precisamente las cosas prácticas”. El ser humano de una u otra manera, tenemos experiencia con las computadoras, las laptops o el teléfono móvil cuando se tiene que buscar algo. Hay diferentes experiencias más profundas o menos profundas con esta inteligencia artificial. ¿Por qué podría ser algo negativo para el hombre un fenómeno que se ha estado presentado recurrentemente en nuestra vida cotidiana a la que llamamos Nueva Tecnología?

Otro, hay un nuevo enfoque en el mundo laboral que requiere un nuevo tipo de perfil, entonces se abre lo que algunos técnicos llaman un “GAP” (en lengua inglesa se traduce como “brecha”. Este tipo de herramienta es conocido también como análisis de brechas. Son las siglas de tres conceptos básicos: Good (Bueno), Average (Medio) y Poor (Pobre) o sea, se crea un espacio, una brecha entre quienes son capaces de utilizar nuevas tecnología y quienes se quedan en el atraso con tecnologías anteriores mientras se cubre ese GAP, mientras la curva de aprendizaje logra ser zanjada hay un agujero, hay desempleo y puede haber castigo en el salario y desplazamiento laboral.

Esto es algo que se ha suscitado en varios momentos en la historia de la humanidad, pero, además, en este caso las extraordinarias capacidades que ofrecen estas nuevas tecnologías pareciera que no simplemente es la recta normal ante una nueva herramienta, sino que muchas de las deliberaciones prudenciales que los seres humanos necesitamos tomar al momento de decidir. ¿Podría el hombre a empezar a ser sustituidas por ciertas máquinas autónomas? El ejemplo más terrible, evidentemente, es cuando ya empezamos a discutir de la autonomía que gozan algunas armas que tienen cierta autonomía y que deciden sus objetivos y sus víctimas. No por las computadoras, que tal vez a la distancia tuvo algo que ver en su construcción, sino por una cierta capacidad de selección automática autónoma que tienen estas máquinas. Este tipo de cosas exigen una reconsideración ética y jurídica urgente. Y la tecnología, en cierto sentido, está llegando más rápido que la reflexión ético, jurídica.

Y sí las necesitamos. Es por eso por lo que en la Santa Sede y los propios Papas ya nos han ayudado a hablar de la algo herética, es decir, de la ética de los algoritmos, la ética de todas estas tecnologías para hacernos entender que las máquinas, a fin de cuentas, no tienen conciencia. Pero los que las creamos, los que creamos los algoritmos, necesitamos darnos cuenta de que puede haber consecuencias éticas aún con riesgo de vida muy importantes si no tomamos providencias oportunas al momento de desarrollarse este tipo de tecnologías, incluso invadir territorios muy delicados como la generación de nuevas armas.

Este es el desafío que tiene el pontificado de León XIV, con todo aquí planteado, desarrollar y nuevamente poner a caminar el andamiaje de León XIII.

En este sentido, la experiencia laboral, el trabajo con feligreses de todo nivel social, económico y cultural de Prevost es extraordinaria. Su elección como Papa llenó de pasmo, asombro y algarabía al Perú, más que nada en Chiclayo. Una vez que Francisco aceptó la renuncia del cardenal Marc Ouellet, como prefecto del Dicasterio para los obispos, la primera sorpresa fue que Ouellet era sustituido por el obispo de Chiclayo Robert Prevost. ¿Y que resultó ser? un norteamericano enamorado del Perú, con DNI peruano y afiliado con toda humildad al SIS (Sistema Integral de Salud) y que había tenido ya una experiencia pastoral latinoamericana antes de ser ordenado obispo en nuestra patria, ahora, él ya tiene una comprensión muy aguda, muy interior de lo que es el Perú. Ya avistó ciertas cosas folclóricas de su nueva patria y la región latinoamericana, fue un hombre que se introdujo fuertemente en los problemas políticos, sociales, laborales y se sumergió en la cultura peruana y latinoamericana, en nuestros lenguajes, en nuestros colores, en nuestras tradiciones populares, en nuestra religiosidad popular. Se enamoró de ella y se hizo uno de los nuestros degustando el cabrito a la norteña, la tortilla de raya, el chiringuito y sobre todo el plato prehispánico de la cultura Moche: el arroz con pato. Su carácter jovial y campechano, su humildad a prueba de balas, de detestar la magnificencia, fueron atravesando la lid social norteña y se inmiscuyó, de fondo, hasta quererlo mas que al Señor de Sipán o un caballito de totora. Su modestia, al momento de iniciar su ministerio petrino, tuvo un simbolismo, no fue casual que luego de la imposición del palio y la entrega del anillo del pescador fuera escogido el R.P. Guillermo Inca Pereda, nacido en Santiago de Chuco, hoy Secretario General Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana, para el Rito Sagrado de la Obediencia Pastoral.

Por todo lo dicho, le queda un desafío por resolver aplicando la fórmula del Rerum Nuvarum al mundo, y cargar su cruz por los desafíos atroces de un mundo muy problemático, segado por la carrera armamentista y económica sin importarles cuantos muertos dejan en el camino, arrastrando bajo su manto apocalíptico la muerte del hombre y llevando en sus colas la maldad de los líderes.

Es una responsabilidad muy fuerte, que solo nos queda orar para que no sucumba frente al Primer Mundo y sacrosantamente con los del mundo llamado Tercer Mundo. El pescador San Pedro te de fuerzas, bríos y coraje para remar en este mundo de agitación social y enfrentarlas con denuedo y entereza, papa León XIV.

martes, 14 de enero de 2025

CACHIQ ÑAM, EL GRAN CAMINO DE LOS RUNA CACHIS DE QAQASHMARCA


CACHIQ ÑAM, EL GRAN CAMINO DE LOS RUNA CACHIS DE QAQASHMARCA

POR: José A. Gamarra A.

                   FOTO: AGAPITO LEÓN LAGUNA

      Si bien el Qhapaq Ñam, fue el camino Principal Andino, que unía en red vial entre las repúblicas de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú y que hoy comparten un patrimonio común de valor excepcional, tampoco podemos dejar de lado otros circuitos regionales que sirvieron a poblados que se dedicaban a una labor específica y que hicieron de ello su qhapaq (camino) para llevar sus productos a lares regionales y realizar la práctica del trueque, que era una pieza fundamental en la economía del Imperio Inca, que consistía en intercambiar productos entre individuos o grupos para obtener lo que necesitaban.

      Tal pudo haber sido el caso de los runa cachis de Qaqasmarca que de Cachipuquio, según los estudios, se desplazaban llevando sobre sus espaldas o sobre el lomo de la llama la sal y que, los caminos que tomaban se internaban hasta Cerro de Pasco, Pumpo, Tarma, Jauja, Huancayo e incluso llegar a Huancavelica y, por el otro tramo oriental internándose hasta la selva de Perené. En tal sentido, nos parece bien postular que la utilización dual del Cachiq Ñam1 y el Qhapaq Ñam fueron los indios que a pie se desplazaban a las zonas donde eran requeridas la sal. Además, es poco probable que solo los runa cachis o gente de las sal haya utilizado y trajinado por el Cachiq Ñam, pues, también lo utilizaban la gente del pueblo o los runas común y corriente.

      Ya el fraile carmelita Antonio Vásquez de Espinoza (1948 [1628: 456] nombra las diferentes rutas, las distancias que existe de uno a otro pueblo y las características climatológicas de Huánuco hacia Tarma:

“(…) de la ciudad [Huánuco] para la prouincia de Chinchacocha se van 7. leguas por vn valle ameno que se va en angostando hasta el tambo de Ambo, en cuio contorno ay algunos pueblos de buen temple llamados Cairan Guacra, y otros caminando al sur se va por vnas quebradas al tambo de San Rafael 7 leguas de la ciudad al sur donde ay muy buen obrage de paños legua y media a vn lado de San Rafael esta el pueblo de Guariaca, ya en este parage haze frio, y cinco leguas adelante al sur esta el tambo de la Quinua temple frigidissimo, y 4 adelante el pueblo de Ninacaca de la prouincia de Chincha Cocha, que esta en medio de la Cordillera La prouincia es muy fria, y llana, tiene vna laguna de mas de 10. leguas de circunferencia donde tiene su nacimiento el Rio que va por el valle de Xauxa, tiene la prouincia los pueblos de Ninacaca, Pasco y Pisco, Caruamayu y el de los Reyes que es la caueça y el mayor San Joan de los Condores San Pedro de Cacas, San Miguel todos frigidissimos, Cinco leguas esta al sur de Ninacaca el pueblo de los Reyes, y 8. al oriente de Ninacaca Paucartambo vaxando a vn valle de buen temple, donde ay vn obrage muy bueno de don fernando tello de Sotomaior su encomendero, donde se labran muy buenos paños cordellates, y freçadas, este lugar es templado, en el se dan muy buenas frutas, y alii cerca ay ingenios de caña dulce, y por el oriente muchos gentiles”.

      Como se puede entender, el tramo descrito por Vásquez toma en cuenta a San Pedro de Cacas. Esto conduce a afirmar que, si bien la parte occidental del Qhapaq Ñam surcaba sin coger los territorios de Cacas; pues, esta parte oriental del camino era utilizada por los runa cachis que caminaban en viceversa de Cerro de Pasco a Tarma, de la cual podemos denominarla como el Cachiq Ñam.

      Por otra parte, Jhon Arrowsmith (1834), esboza en su mapa el trayecto de Huánuco hacia Tarma y de este hacia Lima, lo más influyente y sustancial cita el nombre de cada pueblo por donde pasa el camino oriental al cual nos estamos pronunciando y explicando:


      El camino hacia el sur —lo más cercano regional— del Cachiq Ñam saldría del barrio de San Cristóbal en Junín, cruzando todo el llano del terreno que pertenecía a Luís Barrera hasta la línea limítrofe de Jacas Cancha y seguir línea sur hasta Animas Cancha, luego de conducirse en forma de codo coge líneas hacia el sureste prosiguiendo en rectilíneo por Alcacocha Cancha y llegar a Alcorán, nuevamente realiza la figura de un codo para proseguir en línea por los pies de Jerusalén Chico hasta llegar a Cacas, pueblo antiguo llamado con nombre o sustantivo abstracto: Patamarca, en alusión a Qaqashmarca.

      Hasta este punto, Vásquez de Espinoza y Arrowsmith nos configura con claridad el derrotero del Cachiq Ñan.

      No queda duda que había un camino conducente hacia el sur; de Reyes hacia Qaqashmarca denominado como Cacas.

      Sobre Qaqasmarca, con el nombre confundido como Patamarca, existe un informe de este pueblo evidenciada por Bonnier & Rozenberg (1972) donde incluso perfilan el modelo arquitectónico de los edificios del ayllu:

“Patamarka (n° 6). 4200m. Vaste ensemble d’enclos encore utilisés actuellement, situé sur la colline de Patamarka dans une direction générale Est-Ouest. Sur le flanc Nord-Ouest, il existe les restes d’une dizaine d’édifices circulaires. Ce site est l’ancien emplacement du village de San Pedro de Cajas. Il semble qu’à une certaine époque ce village se soit appelé San Pedro de Patamarka”.

“[Patamarka (n° 6). 4200m. Amplio conjunto de recintos aún en uso. Actualmente se encuentra en la colina de Patamarka en dirección general Este-Oeste. En el lado Noroeste se encuentran los restos de una decena de edificios circulares. Este sitio es la antigua ubicación del pueblo de San Pedro de Cajas. Parece que en un tiempo este pueblo se llamó San Pedro de Patamarka]”. La traducción es nuestra.

      Mas adelante, el trayecto hacia el austro luego de Qaqashmarca, nos es nombrada y narrada por los jefes del ejército libertador que nombran cada pueblito que arribaban, por tanto, el conocimiento de los parajes que restan proseguir hacia la parte más meridional lo vemos más clarificado hasta llegar a Tarma.

      Hay un informe de los tenientes de la marina Norteamericana Lewis Herdon y Lardner Gibbson (1851) en Gamarra A, Espinoza B, Pucuhuaranga E, Rojas C, León M, León Rojas (2022), donde están de paso por Cacas y toman el trayecto que prosiguen al norte tomando el camino por Antagasha:

“La colina por la que cabalgamos se llama "Cuesta de la Veta”, porque a los viajeros que pasan por aquí les da esta enfermedad. Como no sentí nada, aun en el paso de Antarangra [Antagasha], observ é cuidadosamente por si en este lugar tenía los síntomas; pero, no sentí nada” (Herndon, Lewis. Gibbson, Lardner 1853: Cap. V).

      Incluso los norteamericanos mencionan la fiesta patronal de Cacas el 02 de julio, donde la población estaba en una procesión2.

      Para un cajeño, es fácil hacer imaginativamente el trayecto de Antagasha a Cinco Esquinas. Si bien, anteriormente si se deseaba bajar y coger el camino de Antagasha, se tomaba por la parte trasera un poco hacia el norte del camino de lo que hoy bajan los mayordomos el 28 y 30 de junio. Se descendía de Qaqashmarca por una pendiente no tan pronunciada hasta llegar a una pequeña planicie y doblar en desplazamiento de 90° aproximados, caminar de 25 a 35 metros sur y coger en rectilíneo el nacimiento del camino de Antagasha conducente líneas abajo hasta llegar al paraje de Cinco Esquinas zona urbana de la hoy San Pedro de Cajas. Los propietarios de la antigua mina de yeso la familia Ricaldi – Orihuela, cuyo socavón se encontraba cerca al camino de Antagasha, recapitulan que la travesía que conducía de Qaqashmarca al codo nombrada líneas arriba, estaba asentada con piedras labradas que recordaba las calles del Cuzco.

      De su segunda expedición del diario del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, podemos leer el trayecto de la división armada hacia el sur, cuyas referencias del recorrido es narrada. El 18 de mayo a medio día la división ingresó a Reyes. El 19, muy de madrugada pudieron salir de Reyes hacia Cacas, porque, en Cacas fue recibido a invitación de sus autoridades y […] de este modo la división disfrutó al siguiente día el magnífico y abundante almuerzo que le estaba preparado, con muchos festejos y decoraciones análogas […]”. Arenales nos dice que el día 20 de mayo de 1821 la división pernoctó en Palcamayo, y el 21 ingresaron a Tarma. Pues, entonces no queda duda que el 19 de mayo de 1821 estuvieron en Cacas, leamos el trayecto:

“El camino de Reyes a Tarma es un tortuoso descenso, mas ó me nos precipitado y fragoso, por el fondo de una hermosa y bien poblada quebrada. En ella, a mas de muchas casas de varias proporciones, se hallan los pueblos de Cacas, Palcamayo, Acobamba y otros, que más abajo, forman la frontera del Este en la Montaña (la cordillera oriental.)”.

 Y esta otra del general O´Hoggins (1916):

Al saber esto, ordenó a sus tropas (1) que siguieran hacia Tarma por el camino más corto, es decir, por el que pasa a través de la llanura de Junín y que tiene tres leguas menos del que va desde Reyes a Tarma por la vía de Cacas; el camino por Junín tiene sólo ocho leguas y el de Cacas once.

O esta:

Lunes 15 de agosto de 1824.

 Habiendo resuelto el General seguir hasta más allá de Tarma, si fuera posible, nos levantamos temprano para despertar a los sirvientes, pero, a pesar de nuestros esfuerzos, no pudimos movernos de Cacas hasta las 7 de la mañana, en dirección a Tarma, que dista ocho leguas largas: tres de Cacas a Palcamayo(1), dos de este punto a Picoy (2), una de Picoy a Acobamba (3) y dos de Acobamba a Tarma (4).

Pongamos atención en estos párrafos:

“Después de salir de Cacas, pasamos por sobre una pampa de legua y media, bien dispuesta para el pastoreo, al fin de la cual el río de Cacas se precipita por una quebrada o barranco al estrecho valle que hay al fondo”.

      Cogieron el trayecto o la calle Tarma o Chanchamayo, lo más probable el segundo, ya que en proyección visual hacia el sur solo se puede apreciar una llanura seguida de una pradera en el lugar denominado Huaricancha que se cierra cuanto más se acerca a la capilla de Dos de Mayo donde por coincidencia, al frente de la capilla surca el río Cajas que desciende estrepitosamente entre quebradas rocosas del Tantanqaqa para desembocar entre el valle de Chacabamba y Chacapampa. Este río, sirvió allá por los años de 1957 en adelante, para mover las turbinas de la Central Hidroeléctrica del pueblo de San Pedro de Cajas.

      Para el ejército Libertador el descenso de Pacchapata hacia Chacabamba podría haber sido sinuoso y peligroso, tanto para los soldados y los caballos.

      Una vez descendido al Chacapampa, a las tropas independentistas solo les quedó proseguir ruta con dirección a Palcamayo, Picoy, Acobamba y Tarma.

      ¿Qué hizo a los ejércitos libertadores tomar esta ruta? La única respuesta es que ya estaba afirmada por la transitabilidad del camino y que, los moradores de los lugares nombrados hacían uso cotidiano de estos trayectos. En todo caso, no cabe duda de que los Runa Cachis fueron los primeros en transitar o trasladarse llevando sobre sus espaldas la sal procesada de Cachipuquio en dirección hacia el sur, hasta Tarma o en su debido caso hacia la selva bifurcando camino en Acobamba.

      La ruta del Cachiq Ñam que postulamos es primordial; si bien, la Coordinadora general del Proyecto Qhapaq Ñam-Sede Nacional/Secretaría Técnica concluyó y negó que el Qaqaq Ñam no pasó ni circundó por Cajas3, nos queda la seguridad que este tramo oriental de Reyes a Cacas, Cacas – Palcamayo, Palcamayo – Acombamba, Acobamba – Tarma fue la gran ruta de los Runa Cachis y del ejercito libertador. Incluso esta ruta se podría prolongar por el norte hasta Cerro de Pasco o Huánuco, que junto a los runas cachis de San Blas de Cochac (Óndores) y Yanacachi de los Yaros en Ticlacayán (Pasco), podrían haber utilizado este gran camino llevando la sal haciendo uso del trueque en intercambio de bienes y servicios.  

 

NOTAS

1 Nombre propuesto por la Dra. Carmen Arellano Hoffmann al “Grupo de Investigación Histórico-social de SPC”.

2 Para información íntegra remitirse al libro “BAJADA DE PATAMARCA. Historia, ritos y tradiciones”. Edición julio 2022.

3 El 18 de octubre del 2021, el ´Centro de Investigación y Protección Histórica – SPC´ (hoy, “Grupo de Investigación Histórico-social de SPC”, envió una carta a la Coordinadora General del Proyecto Qhapaq Ñam, cuya carta fue admitida el 20 de octubre del mismo año con expediente No 0098350-21, donde se pide “la existencia de indicios del Camino Real Inka denominado QHAQAQ ÑAM”, argumentando [que] “se evidencia el recorrido del Qhapaq Ñan que atraviesa por nuestra comunidad. No es visible, pero el trazo se proyecta hacia la quebrada Telarnioc donde confluye con la carretera Central por la zona denominada La Cima”.

Mediante el proveído N° 003272-2021-QHAPAQ ÑAM/MC, la Coordinadora general del Proyecto Qhapaq Ñam-Sede Nacional/Secretaría Técnica concluyó que: “El camino registrado entre las secciones Viscacancha-Cerro Rinrincancha y Cerro Rinrincancha Pampa, Mashacunam, corresponde a un camino de origen prehispánico, cronológicamente se ubicaría en el periodo Intermedio Tardío previo a la presencia incaica en la región por la vinculación con sitios de ese periodo, siendo probablemente empleado también en el periodo incaico, en ese sentido por las características del camino su traza y sus componentes asociados no sería parte del camino Longitudinal de la Sierra, pudiendo tratarse de un ramal de camino que habría sido empleado también por los incas”. [El sombreado es nuestro].

En este sentido, en el nuevo trabajo (léase libro), que saldrá a publicación a más tardar el primer semestre del 2025 el “Grupo de Investigación Histórico-social de SPC” (GIHS-SPC), expone las fuentes cuyos párrafos sustentaron la argumentación completa arriba mencionada.

 

DOCUMENTACION Y BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

ARROWSMITH, JOHN

1834    “Perú & Bolivia. London. The London atlas of universal geography”. De la colección de: David Rumsey Map Collection. Disponible en:

https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~2763~260048:Peru-&-Bolivia,-By-J--Arrowsmith---

 

ALVARES DE ARENALES, JUAN A.

1821    “Memoria Histórica «Sobre las operaciones e  incidencias de la división libertadora, a las órdenes del Gen. D. Juan Antonio Alvares de Arenales, en su segunda campaña a la sierra del Perú”, por José Arenales. Buenos-Ayres. Impreso en la Imprenta de la Gaceta Mercantil. 182.

 

BONNIER ELISABETH, ROZENBERG CATHERINE.

1978   L’habitat en village, à l’époque préhispanique, dans le bassin Shaka-Palcamayo (Département de Junin, Pérou)”. In: Bulletin de l'Institut Français d'Études Andines, tome 7, N°1-2, 1978. pp. 49-71;

 

GAMARRA AMARO, J. ESPINOZA BERROSPI P. PUCUHUARANGA ESPINOZA R.  ROJAS CORDOVA J. LEON MONTES R. LEON ROJAS F.

2022 “Bajada de Patamarca. Historia, ritos y tradiciones”. Producción Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Jr. Paruro 119, Lima.

 

O´HIGGINS, BERNARDO

1916   “Diario del Viaje del General O'Higgins en la campaña de Ayacucho”. Segunda Parte. De Huánuco a Andahuaylas. Historia y geografía. Órgano de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía. Tomo XX. lmprenta Universitaria. Bandera 130. Santiago de Chile.

 

VÁZQUEZ DE ESPINOSA, ANTONIO

1948 [1628]     “Compendio y descripción de las Indias Occidentales”. Washington, D.C.: Smithsonian Institution (Smithsonian Miscellaneous Collections, 108)”.